martes, 22 de octubre de 2013

El Mercado Central




En Zaragoza lloran todos como plañideras: los comerciantes, los taxistas, los dueños de bares…La crisis se nota y las persianas cierran. Ahora les llega el turno de las quejas a los detallistas del Mercado Central, o Mercado de Lanuza, que de las dos formas se denomina. Contaba el presidente de la Asociación de Detallistas, Jesús Salanova, a un periódico local que sus ventas “han bajado un 40 % por culpa del tranvía, al haberse eliminado varias líneas de autobuses”. Eso es como decir que en Aragón no llueve por culpa de las catenarias de los ferrocarriles. En el Mercado Central no se vende como antes por varias razones. Una de ellas es el retorno a su país de origen de muchos extranjeros que ocupaban las infraviviendas de las calles adyacentes del Casco Viejo; otra, la falta de dinero; y otra, la más importante de todas, que los precios en los puestos del Mercado Central, en la actualidad, están en línea con los precios de los comercios de los barrios. Unos y otros se proveen en Mercazaragoza. Lo que sucede, a mi entender, es que el Mercado Central cuenta con 170 puestos abiertos y su concesión municipal termina en 2016. Ahí le duele a Salanova y ahí les duele a los comerciantes. Conocido es que  Mercazaragoza, empresa municipal, gestiona el Mercado Central desde 2006 y los comerciantes quieren ponerse la venda antes de que se produzca la herida. Yo, como vecino zaragozano, soy consciente de que el sol sale para todos. Cuando alguien pone en marcha un negocio ya sabe a qué se arriesga. Digo más, del Mercado Central sólo me interesa su estructura en hierro diseñada en 1895 por Félix Navarro, que es monumento histórico nacional desde 1978 y bien de interés cultural desde 1982. No dudo que en su interior se expongan a la venta magníficos manjares para el que pueda pagarlos. Pero eso también está presente hoy en las grandes superficies, su verdadera competencia. Y en cuestiones de negocios ajenos no entro.

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