martes, 1 de octubre de 2013

Hace 77 años





Ayer, sin ir más lejos, hacía referencia al cuerpo incorrupto de Teresa de Ávila y el modo en el que fue troceado. También decía que la mano izquierda momificada de la santa permaneció junto al dictador Franco desde que el 29 de agosto de 1936 fuese requisada en convento de las Carmelitas de Ronda; y que, en febrero de 1937, al ser tomado Málaga por las tropas de Franco, unos soldados encontraron la mano en una maleta olvidada entre las pertenencias del coronel José Villalba Rubio, tras su huida apresurada. Pero la reliquia no fue devuelta  a las monjas sino trasladada a Burgos, donde estaba el Cuartel General de los rebeldes y que Franco no dudó en apropiarse de ella. Pues bien, hoy, 1 de octubre, día en el que la Iglesia Católica recuerda a santa Teresita de Lisieux, fue también la fecha en el que durante todo el franquismo  se recordó en las escuelas la “Exaltación de Franco a la Jefatura del Estado”. En efecto, por decreto del 24 de julio de 1936 se formó la Junta de Defensa Nacional. El 21 de septiembre de 1936, la Junta de Defensa celebró su primera reunión en una finca del ganadero Antonio Pérez Tabernero, en Muñodono, a unos 30 kilómetros de Salamanca. Asistieron los generales Cabanellas, Dávila, Mola, Saliquet, Valdés y Cabanillas, Gil Yuste, Franco, Orgaz, Queipo de Llano y Kindelán y los coroneles Montaner y Moreno Calderón. Se produjo una votación y todos, menos Cabanellas, aceptan la necesidad del mando único. Kindelán, con el apoyo de Mola y de Orgaz, propusieron a Franco. Todos aceptaron, con la abstención de Cabanellas. Franco mandó hacer llegar al general Dávila y Mola que no deseaba el mando mientras existieran fisuras entre sus compañeros. Franco dirigía en Toledo las operaciones para la liberación del Alcázar, que tuvo lugar al anochecer del 27 de septiembre. Todo Cáceres se reunió frente al Palacio de los Golfines de Arriba, y Franco hubo de salir al balcón. Allí Millán Astray y Yagüe le proclamaron Generalísimo y anunciaron que al día siguiente sería elegido para la Jefatura suprema.  Y ese día, ya liberado el Alcázar, se celebró la segunda reunión en el campo de Salamanca con los mismos asistentes.  Gracias a Mola, los otros dos posibles aspirantes, Cabanellas y Queipo de Llano, cedieron a favor de Franco. Se celebró entonces la segunda y definitiva reunión. El 29 de septiembre, Cabanellas firmaba el decreto para designación del mando supremo que se publicaría en el Decreto número 138 en el “Boletín” del día siguiente, 30 de septiembre. En la mañana del 1 de octubre,  Franco salió al balcón de la Capitanía General de Burgos y dirigió una arenga al pueblo que le aclamaba. Por la tarde, firmó el Decreto número 1, por el que se organizaba el Ejército rebelde en dos regiones: la del Norte, al mando del general Mola; la del Sur, que incluye la provincia de Badajoz, a las órdenes del general Queipo de Llano. Por esta ley también se creaba la Junta Técnica del Estado como organismo ejecutivo de la Administración, para la que se responsabilizaba al general Fidel Dávila.  Ya por la noche, pronunció por los micrófonos de Radio Castilla de Burgos otro discurso que mereció los elogios del rector de la Universidad de Salamanca, Miguel de Unamuno. Cuatro días más tarde, el 5 de octubre, Franco fijaba su cuartel general en el palacio episcopal de Salamanca, y nombraba al general Cabanellas inspector general del Ejército. En el palacio de Anaya, el general Millán Astray y el escritor Ernesto Giménez Caballero, montaron los Servicios de Propaganda. Y ese mismo día, Franco ordenaba al jefe del Ejército Norte, general Emilio Mola, el avance sobre Madrid.

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