viernes, 11 de octubre de 2013

La frixen-cola




Las fiestas del Pilar se están celebrando con toda normalidad en Zaragoza. Esta noche han dado una pedrada a un escaparate que hay cerca de mi casa y los cacos se han llevado unos ordenadores y, además, han hecho un estropicio de padre y muy señor mío. Como digo, sin incidencias. Esta pasada noche, a mayor abundamiento, unos gamberros han estampado contra el suelo unas litronas también cerca de mi domicilio, frente a la agencia del Banco de Santander. Tranquilo, Botín, que el banco está intacto. Considerando cómo funcionan los servicios de barrenderos de la Inmortal Cuidad, habrá cascotes hasta el día de Navidad. Ya digo, las fiestas, para que sean verdaderas fiestas, deben ser populares y al ciudadano hay que dejarle que haga su albedrío. Si te empujan, te aguantas; si no te dejan dormir, ni se te ocurra llamar a la Policía Local, que en fiestas todas es perdonable; si las terrazas de los bares permanecen abiertas hasta las tantas, parece lo correcto. No puedes quejarte, si no quieres ser considerado como un ser rarillo que no se integra. Las fiestas del Pilar son las Saturnales de los pobres. No es una novedad señalar que el 25 por ciento de los jubilados aragoneses están cobrando la pensión mínima. O dicho de otro modo, están llegando al umbral de la pobreza. Pero no pasa nada. Tal y como están concebidas por Belloch y su combo de munícipes las fiestas pilaristas, hay  pan y circo de sobras para los ciudadanos corrientes que se conforman con callejear, a quiénes ya les clarean las tripas, de limitadas apetencias, amantes incondicionales de Frascuelo y de María, proclives al oropel y encenegados en el error de considerar las patadas en el culo que procuran los políticos a los ciudadanos como parte importante del derecho consuetudinario. Ya tenemos nuevo mástil y nueva bandera en la Plaza de España. Cuentan los foráneos, esos tipos de los pueblos llegados para la “Ofrenda de Flores”, que la bandera es tan grande que al ondear despeina a todo el que pasa por sus alrededores.  Y como la cosa no es para menos, ya disponemos, también, de  nuevo refresco aragonés. Para demostrar que en Aragón se dedican recursos al  I+D+i acaba de nacer la “Frixen Cola”, sobre un proyecto en el que colaboran la organización de Comercio Justo Ideas y la Cooperativa de Economía Solidaria El Esqueje. Sus ingredientes se desconocen por el momento, aunque se sabe que lleva agua de Jaraba y estevia. La estevia (en este caso la estevia rebaudiana) es una planta sudamericana parecida al girasol, estudiada en el siglo XVI por el botánico Pedro Jaime Esteve en Paraguay, con capacidad edulcorante 30 veces mayor que la de la sacarosa. Como en Aragón ya no quedan azucareras, y en el resto de España las pocas que van quedando están en poder de los ingleses, es mejor usar la estevia para endulzar nuestras vidas y para que las fiestas no decaigan.
--Camarero, dos frixen-cola, por favor.
--Marchando dos de “culibrí”.

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