lunes, 11 de noviembre de 2013

La queja de los hosteleros





Los hosteleros de la zaragozana Plaza del Pilar se quejas de que el traslado de los Juzgados ha supuesto una merma importante en sus ingresos. Puede ser. Pero a mi entender son ellos, los hosteleros, los que han matado la gallina de los huevos de oro. La Plaza de las Catedrales es el lugar al que acuden todos los turistas que visitan Zaragoza. Y al mediodía es difícil pasar por la acera de “Las Palomas”, que tiene un escaparate lleno de viandas para tomar en autoservicio. Otra cosa es que, los que observan desde la calle, entren y llenen la andorga. Las cafeterías y bares de esta Ciudad, más aún los del Casco Viejo, son lumbre. Te meten unos palos que te dejan tieso. Y eso no tiene nada que ver con el traslado de los Juzgados sino con unos tipos que van de liberales pero que no se resignan a tener pérdidas en el negocio. Ninguno de esos establecimientos está a la altura de “Le Fouquet’s” en los parisinos Campos Elíseos o del “Cafe A Brasileira”, de la Rua Garret lisboeta. Ni siquiera del “Café Comercial”, de la madrileña Glorieta de Bilbao. Algo parecido sucede con los taxis. Como se te ocurra tomar uno de ellos en la Estación de Delicias, portes dos maletas y sea en hora nocturna o en  fin de semana, te aplican la “tarifa 2”, más un recargo por parada en estación, más un recargo por maletas, más la bajada de bandera, que no es que haya que ponerse firmes mientras un corneta interpreta un toque de atención, sino que te dejan más seco que la mojama, que aquella mojama que vendía un tipo flaco como la espina de Santa Lucía en la sevillana calle de San Eloy, en la bodeguilla que existía frente  al Bar Iruña en aquellos ya lejanos tiempos en los que yo anduve por allí a pupilaje. Pues bien, como resulta que la Plaza de las Catedrales, donde se encuentran El Pilar y La Seo separados por la estatua de Goya, es por donde asoman los turistas de un solo día, porque Zaragoza es una ciudad de paso, se les suele aplicar el sistema tarifario que se aplicaba en las cantinas de estación a aquellos clientes que el camarero que les atendía no iba a volver a ver en tu vida. Pero, vamos a ver, de acuerdo que ya no están los Juzgados, que se los han llevado a Ranillas. Pero sigue estando el Ayuntamiento, la Delegación del Gobierno y un rabo de oficinas, bancos  y agencias de seguros. A una mala, esos empresarios hosteleros siempre tendrán la opción de mudar de sitio e instalar su negocio en la semiabandonada zona de la “Expo”, o sea, donde han ido a parar los Juzgados. ¿No será que sus tarifas son excesivamente elevadas en tiempos de crisis? Porque los funcionarios de los Juzgados la están sufriendo tela marinera. También los hosteleros, todos a una, podría atravesar la cercana  Plaza del Pilar y tratar de entrevistarse con Belloch para pedirle que les reduzca las tasas municipales; o bajar los precios de las consumiciones, que sería lo normal en estos tiempos. Y ya puestos a hablar de ingresos, en buena ley también sería necesario conversar con los trabajadores por cuenta ajena, o sea, con los camareros de tales establecimientos, casi todos sudamericanos, que echan más horas que el reloj a cambio de unos salarios de pena.

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