Uno ya no sabe distinguir entre
lo disparatado y lo culto. La
Asociación de Vecinos Santuario de Misericordia 2010, de
Borja, organiza el Primer Concurso
Internacional de Pintura “Cecilia Giménez”, en honor de la octogenaria local
aficionada a la pintura que en agosto de 2012 desgració un mural en ese Santuario. La obra de Elías
García Martínez, inspirada en el Ecce Homo de Guido Reni, había sido realizada
al óleo sobre yeso y sin imprimante previo en 1930. La “restauración” de
Cecilia Giménez llegó a ser “trending Topic”
en Twitter. Se hicieron chistes, se dio nombre a un vino, se escribieron muchos
artículos, se hicieron cientos de visitas guiadas al Santuario…Tiene hasta
un club de fans. Pues bien, hoy jueves
se cierra el plazo de admisión de obras. Ya se han recibido alrededor de
treinta trabajos al certamen y los internautas podrán votar las mejores
aportaciones desde la página web 'www.santuariodemisericordia.com'. El premio
consiste en 2.000 euros y los tres mejores artistas podrán exponer sus obras en
un programa de actividades, todavía sin especificar, que se piensan llevar a
cabo. En una entrevista, Cecilia Giménez señaló que “ahora, cuando miro el
eccehomo, me dice algo”. La restauradora pasó de tener un episodio depresivo, a
venirse arriba y sentirse orgullosa de su obra. Y el Ayuntamiento, de señalar
en los medios que iba a adoptar medidas judiciales contra la autora, a estar
satisfecho por haber servido de atracción turística para miles de curiosos.
jueves, 28 de febrero de 2013
martes, 26 de febrero de 2013
Ahorcando los sensibles hábitos
El empedrado de la calle Temple
había adquirido el charol de la anochecida. En el bar La Pianola, don Julio se
negaba a interpretar un fragmento de “La Marchenera” solicitado por una chica con ojos de
haber visto el mar. Don Julio, que acompañó muchos años a las Hermanas Castillo
en El Plata, estaba ahora como gallo en corral ajeno entre grupos de jóvenes
que le desplazaban de su taburete. La ventana central de la vieja pianola “Stella & Bernaregui” estaba abierta y
dejaba ver un tubo de metal horizontal
perforado. Era lo más parecido, sin palmera y playa tropical, al
proscenio por donde antes saliera Pititi Mondragón explicando lo de “La pulga”
con desparpajo y oficio. Eso pensaba don Julio mientras liaba un cigarro de “ideales”
que ya sería eterno para el resto de la velada. Un lechuguino se acercó con
intención de solicitarle “El polichinela”. Don Julio dio varias chupadas a su
“ideales” y luego lo dejó posado sobre un platillo. Unos muchachos coreaban
“Cata, catapún, catapún, candela, ¡arsa p’arriba Polichinela…!”. Don Julio
conocía la partitura de memoria y seguía con la vista fija en la ventana
huérfana de rollo. Tal vez pudiera imaginar ver dentro, a tamaño reducido, a
Preciosilla cantando “La chica del 17”.
Un poco después apareció por el local un mocerío procedente del medio rural,
llegado desde Calatorao para visitar la Feria del Campo. Se abrieron paso hasta la barra
a empellones. En la Plaza
del Justicia varios gamberros volcaban unos cubos de basura. Y en la fuente de
La samaritana sobrenadaban, como venidas de otros piélagos, unas botellas vanas de mensajes. La luna
llena con cara gorda de “carta de ajuste” examinaba silente el espectáculo
callejero como una alcahueta agazapada tras la celosía de las nubes. A don
Julio le demandaban ahora el “Ven y ven”. Don Julio volvió a encender el
cigarro de “ideales”, proporcionó dos pipadas y lo posó sobre la escudilla para
que volviera a apagarse. Las gurruminas solicitantes, muy contentas, corearon
“Ven y ven y ven; vente chiquillo conmigo…” Concluido el fragmento al pianista
le entró secaño. Se levantó del escabel, cuya base era lo más parejo a un tabal
de sardinas en salazón, se acercó a la barra y pidió a Ángela una botellita de
agua mineral, consciente de que en el agua residía toda la melancolía. La noche
morada se iba disipando; y don Julio, que presentía el relente y ese raro ventolín
de paso silente y abanto que arquea las raspas de los difuntos, se protegió con
su abrigo y salió mareado a la calle camino de su casa. Hostigaba la bulla de
los que no pensaban nunca en marcharse a dormir. Cada uno tenía su particular
“skate-board” en el laberinto de callejuelas medianeras aderezadas con husma de
orines y catinga. En la trocha hacia casa, cerca de la Puerta del Carmen, le
solicitó la hora un hatajador zanguayo, gago y de dilatada andorga. Pensó que
Zaragoza había ahorcado sus sensibles hábitos, pero no le dio excesiva
importancia. Era nacido en Gallur y de natural agradecido.
Cafés, bares y similares
Es un dato digno de ser analizado
el hecho de que en Aragón, donde yo resido, existan más de 8.400
establecimientos explotados como bares, casas de comidas y cafeterías, es
decir, un establecimiento por cada 160 habitantes. Digo más, hay pueblos casi
muertos del todo, con apenas cuarenta vecinos,
sin servicio médico, sin farmacia, sin fuerzas de seguridad y sin
escuelas por falta de niños, que disponen de taberna para tomar café o echar
una partida de cartas. Bueno, también tienen iglesia parroquial, aunque servida
por un cura que aparece los domingos montado en una vespa. En este país el bar
es como el cuarto de estar de los españoles. Allí se charla, se cierran
negocios, se juega a las tragaperras, se bebe un vino infame, se sale a la
puerta a fumar, se vuelve a entrar, se toma otro vaso del mismo vino de pasto,
se escudriñan los anuncios de trabajo en la prensa local, se orina si es
menester, se permite observar al resto de clientes en silencio, e incluso se
tolera que el camarero meta baza en las conversaciones entre parroquianos
apoyados en la barra cuando existe algo de confianza. Hasta en las huelgas
generales los bares permanecieron abiertos, para que los sindicalistas liberados, los piquetes en tregua contenida, manifestantes con banderines republicanos
plegados, viseras verdes de “John Deere” y pegatinas pegadas a la ropa por mor
de la afición, y aquellos que la secundaban de forma pasiva, es decir, sentados
plácidamente en un velador, pudieran refrescar el tragadero y glosar sus
desacuerdos frente a las últimas medidas adoptadas por el Gobierno. En España
se puede protestar por el “medicamentazo”, por la subida de la gasolina, por el
alza en las tasas municipales, en los seguros de coche, en cotos de caza, o en el
tabaco, por decir algo, pero a nadie se le ocurriría protestar por la subida en
el precio de las consumiciones cuando se acude a un bar. Las listas de precios
están tan lejos del cliente que resultan de difícil lectura. Son como la letra
pequeña de los contratos. Sus tarifas se asumen sin rechistar, como se asume el
latín en las ceremonias litúrgicas. Las cafeterías son otra cosa. Nacieron
cuando fueron desapareciendo los viejos cafés. Éstos casi no quedan. Y a los
pocos que se resisten a bajar la persiana, para instalar una caja de ahorros
donde se pueda ofrecerse al ciudadano “un interés muy desinteresado”, acuden
los clientes de sombrero, gabardina y periódico grapado dispuestos a matar la
tarde. Se acomodan en un diván lejos de la puerta giratoria para evitar el frío
que entra de la calle, untan churros en el café con leche y hacen tiempo hasta
la hora del cine, o hasta la hora del tren. Hace poco estuve en Madrid y tomé
algo en el “Café Comercial” de la
Glorieta de Bilbao. Pensé que de un momento a otro iban a entrar
Agustín de Foxá o Eugenio D’Ors. Entre sorbo y sorbo de café recordé que eso no
era posible, que ya estaban muertos. Y me marche, San Bernardo abajo, un poco
más abatido.
domingo, 24 de febrero de 2013
Dinámico
Hace siete años leía en el
periódico deportivo “As” un artículo de Jorge Solans donde ese periodista
comentaba que “el ‘Dinámico’ pervive gracias a la perenne ilusión de Tomás
Tocino (18-4-1946), hijo y homónimo del fundador, quien dio a luz al proyecto a
mediados del siglo XX, de la mano de Francisco Raro, su socio. (…) Con una
plantilla que rozaba los 30 empleados se lanzó una primera tirada de 50.000
ejemplares. Sin publicidad de ningún tipo, decidieron darse a conocer enviando
un ejemplar a cada una de las 30.000 peluquerías que existían en España. Poco a
poco, el ‘Dinámico’ enriqueció sus pequeñas páginas con multitud de datos. Su
difusión y su eco fue in crescendo (sic) hasta la cima de los 300.000
ejemplares vendidos en la temporada 70-71, sobrepasando la tirada de cualquier
periódico de la época y convirtiéndose en la gran Guía del fútbol español”. Hoy
domingo, Heraldo de Aragón cuenta a sus lectores que ‘Dinámico’ se encuentra “en
la cuerda floja” después de 63 años en el mercado y que podría no ver la luz la
próxima temporada. En este sentido, transcribo lo que comentaba Tomás Tocino al periodista de ese diario, A. Maluenda
: “Cada vez se nota más la crisis y ya hay a
quien el 1,50 € que cuesta el calendario sencillo le supone un gran esfuerzo". Yo recuerdo que siendo niño a
mi hermano le gustaba ‘Dinámico’ y todos los años se lo regalaban en verano,
antes de que diera comienzo la
Liga de Fútbol, y marcaba a lapicero los resultados que se
iban produciendo semana tras semana. A mí nunca me interesó mucho ese deporte,
esa es la verdad. Pero había una tienda de repuestos en Zaragoza, “Tornillera
aragonesa”, donde cada año me regalaba un ejemplar de ‘Dinámico’, sin que yo se
lo pidiera, el empleado que amablemente me atendía. Era un cuadernillo pequeño,
del tamaño de un catecismo del Padre Astete. Parecía milagroso que pudiesen
apuntarse tantos datos estadísticos en tan poco sitio. Curiosamente, aquella idea se patentó con el número de registro 20.136; el primero de los ejemplares fue editado por Imprenta Rápida, calle Costa, 4, Zaragoza; y su precio, 2 pesetas. Me entero de que en la
actualidad esos cuadernillos deportivos están muy buscados por los
coleccionistas.
sábado, 23 de febrero de 2013
Aquí no hay que pilotar trasvases
Maite Alfageme dice en un
artículo de opinión, “Abdicar el posible”, aparecido en La Gaceta, que “Don Juan
Carlos, a quien los monárquicos de postín quisieran ver cual Inés de Castro, la
soberana póstuma, reinando después de muerto (sic), ha encontrado en la esencia
del PSOE –léase Rubalcaba– el apoyo pétreo que la izquierda ha negado
históricamente a la Corona.
Y el hecho resulta en sí mismo tan excepcional que induce a
suspicacias”. Hombre, los recelos de la izquierda no los veo por ningún sitio.
Los monárquicos de postín no sé quiénes son en estos momentos. Los hubo, pero
de Juan de Borbón. Maite Alfageme debería saber que de aquellos “Cuarenta de
Ayete” sólo deben quedar con vida unos
seis o siete carcamales y un periódico monárquico en la actualidad más muerto
que vivo. Sí, cierto. Inés de Castro murió asesinada. Luis Camões, el pariente portugués de Vasco de
Gama, lo cuenta versificado en
“Os Lusíadas”, donde además de las
referencias a su pariente, que ocupan un
tercio del libro, también explica a su manera la historia de Portugal hasta
mediados del siglo XVI, puesto que la obra referida vio la luz en 1572. Luego
vendrían otros escritores y poetas abundando en el mismo tema: Antonio
Ferreira, Vélez de Guevara, Albert
Caraco, Alejandro Casona… ¡y hasta 29 óperas! Casi al final de su artículo,
Alfageme entiende que “tutelar en vida la Sucesión permitiría al Rey pilotar el trasvase a
la figura del Príncipe de los afectos juancarlistas”. A mi entender, si el Rey
abdicase, no tendría que pilotar nada. La sucesión está contemplada en
la Constitución
Española. Lo que debería hacer el actual Rey, llegado ese
caso, sería quitarse de en medio. Doy por hecho que el “juancarlismo”, como lo
denomina Alfageme, terminará como concluyen todas las cosas, es decir, con la
llegada de nuevas generaciones que asienten la pesadilla de Franco en un rincón
lóbrego de la historia.
La hache como espadaña
Daniel Martín, en
“República.com”, al hacer referencia a nuestro sistema educativo, señala que “la pésima ortografía con la que
se escribe hoy en día es tan solo un síntoma más de la decadencia de un sistema
educativo que, en ningún caso, está destinado a enseñar a leer, escribir y,
sobre todo, pensar. Envueltos en el clima de molicie social -lo esencial es
terminar los estudios-, hijos de una desatención crónica consecuencia de mil
pantallas y ningún orden, los alumnos pasan por el colegio estudiando decenas
de reglas ortográficas ininteligibles, poniendo nombres raros a cosas
conocidas, analizando sintácticamente oraciones y conjugando tiempos verbales
que, sin saber sus nombres, manejan competentemente en la vida cotidiana. Y Daniel Martín, al hacer referencia a los
modos del siglo XXI, hace
referencia al verbo abrir, muchas veces
escrito de forma inadecuada. Dice que
‘habrir’, escrito de ese modo, “es un dislate imperdonable, pero no
comprender una descripción de Baroja es algo lógico, normal, disculpable”. Sí,
es cierto. A mi modo de ver, sin embargo, es más triste cuando alguien manda a
la redacción de un periódico un texto para que salga publicado al día siguiente
y te encuentras con la desagradable sorpresa al leerlo impreso de que “el
espabilado de turno” (quiero pensar en un
becario, sin duda víctima de esa decadencia educativa a la que hace
referencia Martín) ha modificado una palabra al suponer que el error, o la
falta de ortografía, era del articulista. Claro, en ese momento el autor del
escrito siente, por un lado rabia; por otro, vergüenza de que sea leído por el
suscriptor, por el cliente de un hotel, o por lector que se acerque a un
quiosco y compre el “diario grapado”.
Dicho eso, blanco y en botella, ya sabemos a qué periódico me estoy refiriendo.
Y eso, como ya he escrito alguna vez, me sucedió a mí con la palabra ermita, a
la que un lerdo, o una lerda, le añadió una hache, que fue como un hachazo.
Como decía un añorado amigo, José Luis Aranguren Egozkue, a la ermita se le
había añadido una espadaña. Sí, una espadaña con vano campanil, pináculo y
hasta el blasón con águila bicéfala de Calos I.
viernes, 22 de febrero de 2013
Milonga
Mumba, zumba. Lumumba. “¡Así se
mueve el cuerpo, mi negra!”. “¡Toma ya!”. Un pasito adelante, dos hacia atrás,
mueve el culito…así…así, con garbo, que mi negrita tiene olor a canela y piel
de sabroso boniato, suave como el miraguano, y se menea para adelante y a la
zaga de ritmo de marimba, a los sones de la trompeta y el rasgueo del requinto.
Caimito y merengue, merengue y caimito. Mi negra posee dientes de marfil, boca
grande y tentadora, y en cada gesto un recelo de cortadora de malangas y ñames cimarrones.
Su mirada de caimán no sabe dónde clavar el disparo del deseo en implorante
ademán de caricias. Llega un comisario político y manda parar la música. En la
destartalada calle golpean contra los adoquines ráfagas de lluvia. En los
portales de las casas se refugian las meretrices desertoras de la base yanqui
de Guantánamo, que ahora se amoldan como aljófares de collar en el Malecón, con
los tacones gastados, que los tacones de una mujer siempre dan cuenta de sus
pasos. En la vivienda antigua del aserradero con techumbre de guano, junto a la
polvorienta carretera, bajo las manos hasta restregárselas a mi brunita linda
en el rellano de la entrepierna. A mi negrita fogosa le deleita que le muerda
en la nuca. Sobre el velador hay un epítome de Carlos Luis de Fallas. Clarea a
ritmo de milonga y un fino rayo de sol, como primorosa es la hoja de
culantrillo, se refleja en la efigie de la Virgen del Cobre. Es necesario aliñar el tedio de
la vida, que la negrita es sensible a la buena música, se reaviva con una taza
de café y tiene conversación. Echo un sorbito de ron al interior de la oficina
del estómago. En la habitación de al lado percibo a Lucila, que así se llama mi
negra preciosa y dulce como la guayaba, atusarse el pelo con un cepillo de
mango frente a un espejo colonial morrocotudo. Se perfuma con “Álvarez Gómez”,
que le he llevado desde España. Le preparo un “jai-alai”, mezcla “ad líbitum”
de aguardiente de caña, limón, vermú rojo, azúcar moreno, agua de seltz y hielo. Revuelvo el mejunje al modo en que
lo hacen en “Partagás”, en la esquina de Neptuno. Me asomo a su habitación.
Ella sonríe y enseña unos dientes blancos como teclas de piano. Orina
mansamente en una lata vacía, una lata grande de pimientos.
Corinna
Leído en El País: “The
New York
Times explica que la princesa alemana Corinna Zu Sayn-Wittgenstein,
amiga íntima del Rey, recibió el encargo del monarca para que le buscara un
nuevo trabajo a su yerno, preferiblemente dentro del campo de los deportes”. Se
supone que el Rey también “sugirió” a
César Alierta que le hiciese un hueco en Telefónica. El encargo del
Monarca a la tal Corinna no dio resultado. La “sugerencia” al presidente de
Telefónica, sí. Hasta que lo cesaron. Esta falsa princesa, de soltera Corinna Larsen, hija del danés Finn Bonning Larsen, fue novia de Gert Rudolph Flick,
heredero de la marca “Mercedes”, más tarde casado con la princesa rusa Donatella Missikoff.
Aquella relación no prosperó y ella contrajo un primer matrimonio con Philip Atkins con quien fue padre de su primera
hija, Nastassia,
tras cuyo nacimiento se divorció en 1993 haciendo también anular su matrimonio.
En 2000 se casó con el “príncipe” Johann Casimir
de Sayn-Wittgenstein-Sayn,
banquero londinense e hijo de una importante familia alemana. Tuvieron un hijo:
Alexander.
Se divorciaron en 2005. Después, Johann Casimir tuvo una relación con Tinsley Mortimer, hija de un hacendado de Virginia y exesposa
de un rico petrolero, mientras Corinna se acercaba a España. Su
nombre, hasta entonces desconocido para los españoles, apareció por primera vez
en la prensa rosa en 2006 con motivo de su amistad con el Rey al que
supuestamente había conocido en una cena en Ditzingen (Alemania). Sea no fuere,
lo cierto es que Corinna reside desde
2010 con sus hijos en El Pardo. En abril de 2012 el Rey se traslada a Botsuana
para cazar elefantes y allí se rompe la cabeza de fémur, o la cadera, que aún
no lo tengo claro. Se comentaba que Corinna había organizado la cacería a través de la empresa Boss&Company
Sporting Agency, de la que llegó a ser consejera delegada. Por aquellos días, la Reina se encontraba en
Grecia, celebrando la Pascual
ortodoxa; y su nieto Froilán, en la madrileña Clínica Quirón por un disparo
fortuito en el pie. Y ahora, la tal
Corinna aparece en el “caso Nóos” tras ser implicada por Diego Torres.
Presuntamente, Urdangarín requirió, con la ayuda del Rey, a que Corinna le
colocara con una fuerte retribución en la Fundación Laureus,
dedicada al fomento del deporte, tal y como puede leerse en las explicaciones
que concede periódico neoyorquino. Corinna Larsen se ha adueñado de un apellido
que no le corresponde. Al que fuese su marido, tampoco. Alemania es una
República y no existen títulos nobiliarios. Lo que sucede es que, con la
desaparición de los títulos, las familias nobles los adoptaron como apellido. Es,
para entendernos, como si Cayetana Fitz-James Stuart y Silva pasara a
apellidarse Alba una vez instaurada la República en España.
jueves, 21 de febrero de 2013
El "macferlán"
A Pedrito Madroñedo le capó una
astilla del pasamanos de la escalera seis meses antes de que hiciese la primera
comunión. El colchonero le cosió el escroto con dos canicas de barro cocido
dentro y la madre de Pedrito, en agradecimiento, le regaló un precioso “macferlán”
de Almacenes Simeón. El colchonero, que se llamaba Bonifacio Cafarell, apareció
un domingo en misa mayor con su flamante “macferlán”, se colocó en los primeros
bancos del lado de la
Epístola y desató las miradas de unas enlutadas comadres
cuando se disponían a cantar “El Señor es mi pastor, nada me falta…”. Pero
Bonifacio, más atento a las redondeadas rodillas de la esposa del factor de
noche de la Renfe
que a la antífona, el agnus y a los asperges, observó cómo ésta, la mujer del
factor de noche, le mantenía firme la mirada. Bonifacio Cafarell pasó sus manos
abiertas sobre las sienes para apretar el fijador y la brillantina sobre el
pelo, carraspeó, movió los hombros dentro del “macferlán” como hacen los
toreros con la chaquetilla, estiró la cerviz, le guiñó un ojo con la picardía
necesaria y, luego, como quien se marca un paso de tango, miró fijamente a la
imagen de san Blas que presidía la parte lateral del altar mayor. En el coro, a
las órdenes del maestro de capilla, Pedrito Madroñedo gorgoriteaba el “pange
lengua” como si tuviese la voz de los mismísimos ángeles. “Es como un ruiseñor,
doña Elena”. “Sí, Bonifacio. Estoy muy orgullosa del niño. Pero, ¿usted cree
que con los años se le trocará la voz en soprano? “No señora, ni mucho menos, que un castrón lo
es de por vida, salvo que sufra el garrotillo y le afecte al garganchón. Eso
ya…” A la salida de misa de doce, doña Elena, la esposa del factor de noche,
midió las palabras en evitación de males mayores, sabedora de que su marido era
carnudo resabiado y que ostentaba la mala baba del cojo, o del caimán, y que a
otros por menos les colocaban bozal de alambre. Doña Elena abrigó con sumo
cuidado a Pedrito Madroñedo. A estos niños hay que llevarles siempre de la mano
muy abrigados, hacerles mear mucho y untarles con saliva el prepucio y el
glande, que la saliva es muy desinfectante. En un descuido, Bonifacio acarició
la mano de la esposa del factor de noche aprovechando que éste miraba al suelo
en busca de algo aprovechable, que a veces encontraba cosas de valor o de
utilidad, pero ella, doña Elena, ni se inmutó aunque en sus adentros se le
zarandearan los sedimentos de la lujuria. Después, Bonifacio caminó hasta el
bar de la plaza, se sentó en una mesa de velador, respiró hondo y tomó un sorbo
de nada con sifón. En el mirador de enfrente, Bonifacio podía comprobar
difuminada entre visillos la esbelta figura de doña Elena. Su marido, el factor
de circulación de mierda, que ya se había cambiado de ropa, montó en una
bicicleta apoyando un pie en el pedal y tomando carrerilla con el otro, por un
camino paralelo a la vía férrea. Doña Elena abrió la ventana para despedir a su
marido y aprovechó para cruzar su mirada con la de Bonifacio, que ahora
encendía un “cámel” con pericia, a la manera que lo hacía Humphrey Bogart en
“La reina de África”. Más tarde apretó el botón del portero automático. Se abrió
la puerta y subió las escaleras sin encender la luz, como si temiera que le
fuera a aparecer un alacrán del fondo de una baldosa movida. La puerta de casa
de doña Elena estaba entreabierta y salía un hilo de luz amarillo. A Pedrito
Madroñedo, que ya apuntaba maneras de
mudarse a tutifruti, se le oía ensayar un aria de contralto de “Tosca”.
Después de que Bonifacio le midiera el gusto a doña Elena, volvió a bajarlas
escaleras a oscuras, sin hacer ruido. Resbaló en uno de los últimos peldaños y
se desnucó. Tenía la cara vuelta, el cuerpo doblado y enseñaba un diente de
plata meneses. A Bonifacio le encontró el factor de noche en tan difícil postura
cuando regresó de su paseo en bicicleta, tras haber arramblado con dos
coliflores y varias docenas de higos de una propiedad colindante con la suya.
En el depósito del cementerio dejaron a Bonifacio tapado en la losa de las
autopsias con su flamante “macferlán”. En la plaza, un chucho levantó la pata
para mear una azalea. De la radio de una vivienda salía el “tararí” insufrible
de un cornetín de órdenes y, después, el consabido “Gloriosos caídos por Dios y
por España. ¡Presentes!” y las señales horarias desde la Puerta del Sol de Madrid
previas a un “parte” en el que siempre se hablaba de Franco, pese a ser
conscientes todos los españoles de que el “okupa” de El Pardo nunca pagaba la
propaganda.
Detalles significativos
Hoy ha
terminado el Debate sobre el Estado de la Nación y las aguas han vuelto a su cauce. Esteban
González Pons hacía ayer unas declaraciones
señalando que “el PSOE “pasa de pedir la abdicación de Rajoy a pedir la del Rey mientras el líder de la Oposición está en la
tribuna del Congreso”. Falso. Fue Pere
Navarro, del PSC, el que hizo tales declaraciones y Elena Valenciano ha
reaccionado poniendo las cosas en su sitio. El Rey bastante tiene con sus
problemas “mecánicos”. El próximo día 3 de marzo deberá pasar por el quirófano
en la cínica madrileña La
Milagrosa para corregirle la agudización de una hernia
discal, con lo que deberá posponer un viaje a Marruecos sin un objetivo
concreto para los intereses de España, es decir, por invitación expresa de
Mohamed VI. El Rey está en su derecho de aceptar las invitaciones que crea
oportunas, pero cada ciudadano, también el Monarca, debería saber con quién no
es recomendable tomar café ni para hacer negocios. Ay cosas que sólo se enseñan en la Universidad de la Vida. Se dice que los papas
han de morir en la cruz y los reyes en la cama. No sé. Por lo pronto, Ratzinger
se ha desclavado de los palos del Gólgota y ha decidido esconderse en un
convento de monjas de clausura. Es un detalle significativo. No puede haber dos
papas ni dos reyes ni dos dioses a la vez, por mucho que se trate de Tres
Personas Distintas. Tal vez, por esa razón, una pestaña tapa la Hostia de la enorme
custodia del Altar Mayor de la
Catedral de Lugo cada vez que el sacerdote, revestido con la
capa pluvial, bendice a los fieles con otra custodia más pequeña a pie de
sagrario.
martes, 19 de febrero de 2013
Agatón Galilea
Agatón Galilea, habitaciones a
pupilaje. Fijos y viajeros. Estar próximo a una estación de F.C. tiene más
ventajas que inconvenientes. Agatón, por el silbido, sabía qué trenes salían, qué trenes llegaban y
cuáles llevaban retraso. Algunos clientes bajaban a la cantina y subían a la Fonda de la Estación a la media hora, ya cenados y dispuestos para
dormir. Había ciertas habitaciones que daban al andén. Otras eran interiores.
Las tres habitaciones que daban al andén estaban reservadas para el señor
Galende, perito agrícola experto en el cultivo de remolacha, para Pío Cañamón,
protésico dental y para Florinda Monfort, artista de variedades. Agatón era un
hombre silencioso y amante de las buenas composturas. Siempre iba en camisa
blanca con pajarita y caminaba en zapatillas de paño para no hacer ruido sobre
la tarima. A veces aprovechaba que había algún huésped en la sala común y, si
se terciaba, charlaba amigablemente. Agatón tenía conversación. El señor
Galende viajaba mucho para hacer contratos con los agricultores y les facilitaba
las semillas, los abonos y los tratamientos químicos necesarios contra la
mosca, los gusanos grises, los gusanos verdes, la pulguilla, la maripaca y la
cercospora a aquellos horticultores que meses más tarde entregarían las raíces
en la azucarera donde él prestaba sus servicios. Agatón le escuchaba sin
pestañear. Junto al señor Galende se aprendían muchas cosas. También junto a
Pío Cañamón, cuando le convencía de que toda prótesis debe tener un sistema de
retención eficiente, para que la restauración se mantenga sujeta en la boca y
no se caiga o salga de su posición, ya que de no ser así la masticación,
deglución y fonética, se verían afectadas e incluso imposibilitadas. Pero
cuando en ocasiones coincidían en la sala de estar Agatón, el señor Galende y
Pío Cañamón la conversación entre ellos solía derivar por otros derroteros más
profanos. Con Florinda Monfort no coincidían nunca. Llevaba unos horarios de
trabajo muy raros y, además, era de natural reservado. De Florinda sólo quedaba
por los pasillos una estela de sus perfumes a la caída de la tarde, cuando
marchaba a El Pato Negro para actuar. Pío Cañamón contaba que fue una vez a ver
el espectáculo y que Florinda Monfort bailaba cancán. Agatón Galilea había
nacido un 19 de febrero y a la hora de bautizarlo el cura no tuvo mejor
ocurrencia que ponerle el santo del día. Dijo el párroco a los padrinos que San
Agatón fue un hacedor de maravillas. Los presentes se encogieron de hombros y
Agatón se quedó con ese nombre que parece estar relacionado con la bomba
atómica.
El borrador de Mato
Con las nuevas medidas a adoptar,
no será necesario que el ciudadano vaya al médico todas las semanas para que
éste le extienda el correspondiente “parte de confirmación” cuando esté de
baja, según se recoge en un borrador de real decreto. Ana Mato, titular del
Ministerio por obra y gracia de Mariano Rajoy, parece tener las ideas claras. Como
da la impresión de que se pierde mucho tiempo en las gestiones burocráticas que
hace el médico de cabecera, se ha decidido confeccionar un baremo donde conste
el tiempo aproximado de duración en cada patología. Por ejemplo, un episodio
catarral tiene un proceso estimado en cinco días. Pues bien, el médico, de
acuerdo con la duración estimada de ese proceso, deberá extender la baja y el
alta en el mismo parte. La señora Mato, que fue incapaz de saber qué hacía un
“Jaguar” en su garaje y con qué dinero se había adquirido, pese a estar en
régimen de gananciales con su entonces marido, y que tampoco fue capaz de
aclarar con precisión el año de su separación matrimonial, resulta que está
preparada para conocer el tiempo exacto que un enfermo debe permanecer en
situación de baja médica. Es decir, que a los cinco días de sentirse mal y
tener fiebre un trabajador deberá reintegrarse a su puesto laboral sin excusa
ni pretexto. De nada servirá haberse quedado “flojo” y con las defensas
reducidas por el consumo de fármacos. Espero que la ministra Mato (por cierto,
vaya apellido para estar en Sanidad) sea capaz de saber el tiempo exacto que
dura un desorden depresivo, cuando éste se expresa como afección de tipo cognitivo,
volitivo o somático. No es por nada, sólo por proponerla para el Premio Nobel,
que esas distinciones siempre favorecen a la “marca España”. La señora Mato no
sé que pinta al frente en un ministerio, como es el Sanidad, cuando sus competencias están transferidas a
las Comunidades Autónomas. Lo mismo sucede con Asuntos Sociales. Lo de Igualdad
fue un invento de Rodríguez Zapatero en 2008 para colocar en el Gobierno a
Bibiana Aído, exdirectora de la Agencia Andaluza
para el Desarrollo del Flamenco. Se justificó -y así quedó constancia- “para impulsar las políticas sociales
recogidas en la Ley
para la Igualdad
y en la Ley Integral
contra la Violencia
sobre la Mujer,
así como los programas sociales del Instituto
de la Mujer
y del Instituto de la
Juventud”, unas competencias que hasta entonces había tenido
el denominado Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Pero aquella
experiencia política no dio el juego que se esperaba y la ministra Aído, hija de
un exalcalde socialista de Alcalá de los Gazules, fue cesada el 20 de octubre
de 2010. Aquel breve Ministerio se quedó
reducido a una Secretaría de Estado de Igualdad y su estructura se integró
dentro del ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad, o sea, lo que
existe ahora a mayor gloria de Ana Mato, una ministra que, a mi entender y por
otras razones, ya debería haber dimitido de su cargo político si tuviese
dignidad. Pero aquí no dimite nadie, eso sí, por el bien de España.
lunes, 18 de febrero de 2013
El aeropuerto de Fabra
No es noticia que un avión
aterrice en un aeropuerto. Cosa bien distinta sería que lo hiciese en un campo
sembrado de cebollinos. Ello viene a cuento con lo acaecido en el Aeropuerto de
Castellón, inaugurado el 25 de marzo de 2011, donde hoy ha aterrizado una avioneta de AENA
que ha sido recibida por los medios de comunicación presentes como si se
tratara del viaje del “Plus Ultra”, solo que este viaje ha sido “con
visibilidad buena” y con un corto recorrido, Manises-Castellón, es decir, de sólo
107 kilómetros.
Ese es el triste resultado de una inversión de 150 millones de euros más lo que
costó la famosa “efigie” de Carlos Fabra, un coloso de 24 metros de altura, 20
toneladas de peso y 300.000 euros de coste, dedicado al ciudadano al que más
veces le ha tocado la lotería en España. Un despropósito en forma de escultura
que ideó Juan Ripollés, consistente, como decía, en una gran cabeza, la de
Fabra, de la que le sale un avión. El rostro de Carlos Fabra también figura,
junto a los de otros políticos, en el retablo de una ermita en Vall d’Alba y no
descarto que algún día su papo aparezca en las monedas de euro. Ahora ya solo
queda que al aeropuerto de Castellón le den los permisos necesarios para que se
permita la entrada y salida de aviones y, conseguido eso, decorar su entorno
con unas pirámides y unas palmeras por si algún productor norteamericano decide
hacer una nueva versión de “Los 10 Mandamientos” con Carlos Fabra haciendo de
faraón Seti, su hija Andrea, la que dijo aquello de “¡que de jodan!” cuando
anunció Rajoy en la Cámara Baja el recorte a los
parados, de princesa Nefertari y
Francisco Camps, de Moisés. No hay que desesperar. Si finalmente el
aeropuerto no sirviese para el fin con el que se creó, al menos podría ser
utilizado para el rodaje de películas épico-bíblicas al estilo de cómo las
hacía Cecil B. DeMille.
Fatalidad inevitable
A Frúctulo Faramiñás se le
ocurrió decir una tarde en el casino: “Lo peor está por llegar” y los allí
presentes tocaron madera. El boticario, que estaba situado enfrente y era su
compañero de mesa en el juego de rabino, le miró por encima de sus gafas “amor”
pero de inmediato hizo un cruce con las pupilas y éstas volvieron a situarse
sobre su abanico de cartas. El cura, sentado a su derecha, tampoco dio gran importancia a la frase de Frúctulo, que
entendió como un impulso irrefrenable de hablar por no callar; y el sargento de la Guardia Civil, a su izquierda, frunció el entrecejo y echó
mano a la pistola. Tuvo que ser el cura quien le aconsejara: “Quieto, tranquilo”,
con un suave ademán. Frúctulo Faramiñás vivía de las rentas de sus fincas
dedicadas al cultivo del aguacate. Era un gran aficionado a las emociones
fuertes y para los vecinos del pueblo sus barruntos iban a misa. Una vez
pronosticó que el sacristán era un cornudo lavativa y acertó. De hecho, su
mujer terminó por abandonarle y lo dejó plantado y con el roquete puesto mientras
éste ayudaba en un oficio de difuntos. Ella se marchó con la maleta a Barcelona
en el subexpréss acompañada de un factor de noche que llevaba sólo seis meses destinado
en la estación de F.C. Frúctulo había nacido un 18 de febrero en Guarnizo. Al
bautizarle, el sacerdote se limitó a preguntar a los padres la fecha de nacimiento
de la criatura y sin molestarse en pedir permiso a los padrinos le aplicó al
recién nacido el santo del día. Los padres llevaban idea de haberle puesto
Ireneo, pero no se atrevieron a enmendarle la plana a aquel clérigo que siempre
parecía tener las ideas claras, que estaba en posesión de la medalla de
Sufrimientos por la Patria
y que acostumbraba a hacer su voluntad
desde que fuera secretario personal del obispo de Santander, monseñor José
Eguino Trecu. Por el pueblo enseguida se corrió la voz de que lo peor estaba
por llegar, pero no se sabía qué. Y durante los días siguientes, aunque
resignados ante la fatalidad inevitable, todos permanecieron con el desasosiego
arañándoles las entrañas.
domingo, 17 de febrero de 2013
Mejor cambiar la hora
Las familias numerosas proponen
retrasar una hora el reloj para, de esa guisa, poder conciliar mejor sus
tareas. Hombre, ya puestos, también se le puede pedir a Mariano Rajoy que mueva
el meridiano de Greenwich, que a fin de cuentas sólo es una línea imaginaria.
No es lo mismo comer a la hora de Londres que a la hora de Madrid, por mucho
que ese meridiano pase también por Caspe. Y ya puestos, que se coloque un reloj
de sol en el espacio que ocupa el conocido como Reloj de Gobernación, el que da
las campanadas de Nochevieja en Madrid, gemelo de otro que existe en el Arsenal
de Cartagena, donado en 1866 por el leonés de Iruela exiliado en
Londres José Rodríguez Losada, que no se llamaba Losada de segundo apellido
sino Conejero. El reloj de sol tiene un inconveniente y a la vez una ventaja, o
sea, por la noche no sirve para saber la hora,
pero la gente tampoco se atraganta con las uvas. En su “Historia de la Puerta del Sol”, Ramón
Gómez de la Serna
dejó escrito lo siguiente: “En los años de la guerra ha habido un cambio de
hora arbitrario, avanzando en el invierno una hora más al día. El primer año,
sobre todo, la fuerza de la mudanza de la hora fue algo extraordinario, pues se
llenó la Puerta
del Sol y todos con el reloj en la mano esperaron a que la manilla avanzase
loca, inconcebible, absurda, hacia una hora falsa. Hubo alguien que llevó un
reloj despertador, y otro un reloj de despacho, y subiéndose a una escalera con
él, lo puso en hora entre la chacota de la gente”. Todo es posible en la Puerta del Sol. Si se ha
podido cambiar de fachada el anuncio luminoso de “Tío Pepe” y abrir la gran
boca del “metro”, también se puede
modificar la hora para dar satisfacción
a la propuesta de las familias numerosas. Lo de mover el meridiano de Greenwich
parece más complicado, salvo que nos revolquemos en el merengue de otra batalla
de Trafalgar. No trae cuenta.
Un nombre de fuste
Lotoringo Seviprés, comestibles y
frutas, cuando cerraba la tienda a la caída de la tarde, se acercaba en
bicicleta hasta un guariche de carretera y apoyado en la barra se tomaba una
copita de “Calisay”, a veces dos. Nunca había clientes dentro del
establecimiento ni llegaba a comprender cómo Engracia podía mantener el bar
Goleta. Lotoringo Seviprés jamás iba de vacío. Unas veces llevaba unas borrajas,
otras, unas zanahorias o unos tomates, y así. Engracia era agradecida y, en
reciprocidad, incrustaba una moneda en
la ranura de la sinfonola con la canción
preferida de Lotoringo: “Torre de arena”, en la voz de Marifé de Triana. A Lotoringo le caía una
lágrima gorda por la mejilla, le sujetaba muy fuerte la mano a Engracia y
tomaba un sorbo de pajarito. Engracia le llamaba Ringo, por abreviar. Ella nunca
pudo entender cómo le habían puesto sus padres aquel nombre tan complicado de
pronunciar. Pero Lotoringo, con mucha paciencia, ya le había explicado a
Engracia más de una vez el motivo. Nadie tenía la culpa de que hubiese nacido
un 17 de febrero. El parto se había retrasado unos días y no pudieron ponerle
el nombre de Ricardo porque el cura ecónomo, cuando le llevaron a cristianar,
manifestó de forma imperiosa que tal nombre no tocaba, que no era el santo del
día, pero que iba actuar con una cierta
flexibilidad, o sea, que dejaría escoger a sus progenitores entre uno de los
siete santos fundadores de la
Orden de los Servitas de la Virgen María: Alejo, Bonifacio,
Bonajunta, Amadeo, Sosteneo, Lotoringo y Ugocio. Su madre no supo qué decir, se
había quedado floja con el parto. Pero a su padre le pareció como nombre de más
fuste el de Lotoringo, al haberlo relacionado con una placa profesional, dorada
y siempre brillante, que había leído en la puerta de un lujoso edificio:
“Doctor Pedreira. Lotoringo-naringólogo”. Y en eso quedaron. En la fachada del
Bar Goleta ya se habían encendido unas luces de neón que ponían la nota de
color en la noche morada.
sábado, 16 de febrero de 2013
Don Melendo
Los padres querían bautizarle
como Jerónimo, para más tarde llamarle Jeromín, como cuenta la historia que
llamaban de pequeño a don Juan de Austria, pero el párroco se empeñó en que
debían ponerle el nombre de Onésimo. Cuando los padres preguntaron la razón, el
párroco, que después del bautizo estaba invitado junto a los padrinos a la
chocolatada en el Café Continente, les hizo ver que nadie tenía la culpa de que
la criatura hubiese nacido un 16 de febrero, que así lo había dispuesto Dios
Nuestro Señor, que lo ve todo, que lo sabe todo y que delega en el párroco para
administrar el santo bautismo, única manera de incorporarse al seno de la Iglesia. Los padres y los
padrinos se encogieron de hombros y se hizo la voluntad del párroco, don
Melendo, que tenía la virtud de administrar la confesión y roncar a un mismo
tiempo. Los padrinos del niño eran los señores de Iturralde, don Senén y doña
María Josefa, dueños de la mejor tienda de ultramarinos de la ciudad. La
víspera, don Senén había llevado al Café Continente un surtido de entremeses y
varias botellas de vino y de licor, para que fuesen añadidos a la fiesta
profana. Al salir de la parroquia, el padre y la madre, que llevaba en brazos a
Onésimo, montaron en un “Ford” negro y reluciente alquilado con conductor el día anterior para el traslado de la criatura hasta el baptisterio
y, más tarde, hasta el Café Continente. Un nutrido grupo de chavales seguía al
automóvil en su marcha lenta por el empedrado de las calles; y el padre, cada
poco, abría la ventanilla de su lado y lanzaba monedas de poco valor y
peladillas a la chiquillería. Don Senén y doña María Josefa seguían al coche a
una cierta distancia a caballo de una moto “Lube”, que tenía habilitado el
cambio de marchas a la derecha del depósito de gasolina. Doña María Josefa
montaba de lado con las rodillas muy juntas y procurando que la falda no dejase
ver a los curiosos sus apretados muslos. Doña María Josefa disfrutaba montando
en aquella “Lube” de color aceituna. Siempre que lo hacía, más tarde, un poco
antes del rosario, sentía la necesidad de confesarse con don Melendo para poder
explicarle sus escrúpulos de conciencia. A doña María Josefa, las vibraciones
del sillín de la moto le producían una delectación que lindaba con la
concupiscencia. Pero don Melendo,
comprensivo con las flaquezas humanas, hacía un alto en sus ronquidos
cuando dejaba de escuchar el runrún de la voz pecadora al otro lado de la reja
y lo arreglaba imponiendo como
penitencia tres padrenuestros.
viernes, 15 de febrero de 2013
Meteoritos
Los meteoritos son como pedradas
en ojo de boticario. Los hay de diversos tamaños y cuando pasan silbando la
oreja queda una quemazón que para qué le quiero a usted contar. A Quinidio
Senegüé, que por haber nacido un 15 de febrero le aplicaron ese nombre de pila,
el de Quinidio, que fue un santo francés y que allí les llaman Quenin, que
queda como más elegante, le pasó rozando un meteorito del tamaño de un
garbanzo, o lo que él entendió que era
un meteorito, mientras apacentaba el rebaño de ovejas en un páramo cercano al
pueblo de Ariza, que es el último municipio aragonés en la vieja vía férrea en
dirección Madrid. También lo era en dirección Valladolid, antes de que
levantasen la vía. El siguiente pueblo es Arcos de Jalón, que pertenece a Soria
y a los parroquianos ya les cambia el habla. En Arcos de Jalón no debes
preguntar a nadie a qué se dedica: todos son de la
Renfe. A Quinidio Senegüé le pasó el
meteorito por encima de la cabeza mientras charlaba amigablemente con un
sobrestante que estaba en Arcos de Jalón en calidad de desplazado. Éste
prefería decir que era capataz de obras públicas. A los sobrestantes se les
reconoce de inmediato por varios motivos. El primero de ellos es que suelen
hablar como los chulapos madrileños; el segundo, que son bajos de estatura,
aunque bastante anchos de cuerpo; el tercero, que les gusta el anís, a ser
posible el Anís Las Cadenas, de finísimo paladar, acompañado de magdalenas o
rosquillas, y que, cuando toman una copita, levantan un dedo meñique con la uña
muy larga; y el cuarto, que forman familia numerosa y que sus miembros viajan
en el ferrocarril con un veinte por ciento de descuento. Hay más motivos para
reconocerlos de inmediato, pero me quedo con los citados por abreviar. Quinidio
Senegüé y el sobrestante desplazado a Arcos de Jalón por motivos profesionales
comentaban no sé qué sobre la esquila de la raza talaverana cuando vieron una
estela en el cielo como si se tratase de la propulsión a chorro de un avión.
Pasó de largo a la velocidad del rayo, silbando y describiendo una parábola. A
la caída de la tarde, ya de regreso al pueblo con el rebaño, a Quinidio le
contaron unos vecinos lo que habían visto, que se correspondía con lo que había
visto él. Nadie volvió a darle importancia al meteoro. El sobrestante, que
carecía de lactasa suficiente para digerir leche sin fermentar, prefirió
llevarse a casa un cordero lechal que le
entregó Quinidio a cambio de dos plumas estilográficas y un reloj de dudoso
gusto.
Informes
En un informe, la OCDE recomienda al gobierno
de España pagar el subsidio de paro sólo
a los que busquen empleo y alaba la restricción en el acceso a las becas
universitarias. Veamos, el paro no es un subsidio sino un derecho de los trabajadores
que han cotizado para recibirlo cuando son despedidos de la empresa donde prestaron
sus servicios. Eso por un lado. Por otro, la restricción en el acceso a las
becas sólo es hacer leña del árbol caído. Muchos estudiantes no hubiesen podido
licenciarse o graduarse de no haber sido por esas ayudas del Estado. Por si
ello fuera poco, flexibilizar los salarios y vincularlos a las condiciones
económicas de cada momento, como así sugiere la OCDE, equivale a que los empresarios jueguen con
ventaja, como lo han hecho siempre. Los responsables de la OCDE tenían las cartas
marcadas, o sea, sabían que las perspectivas de una recuperación inmediata
eran muy
remotas, que
el paro iba a seguir creciendo de forma exponencial hasta sobrepasar los 6
millones de trabajadores y que el Gobierno iba a ser incapaz de cumplir los
objetivos de déficit, como así está sucediendo. En tiempos de bonanza económica a
ningún empresario, sobre todo de la pyme, se le ocurrió pagar salarios por
encima de los convenios provinciales establecidos entre Patronal y sindicatos.
Si acaso, se entregaba algún “sobre” con cuentagotas a aquellos pocos
“estómagos agradecidos” que el mal empresario estimaba oportuno desde criterios
claramente subjetivos, al supuesto
estilo de Arturo Fernández, con lo que se creaba un “pésimo ambiente” laboral
entre aquellos que no lo recibían, es decir, la mayoría. El empresario hacía
bueno el dicho divide y vencerás. Tampoco hacía inversiones dentro de la
empresa. Era “más práctico” guardar el dinero en el talego. Ya el pasado
noviembre, sólo ocho días después de que el PP ganara las elecciones generales,
hubo una reunión en La Moncloa
entre Rajoy y el secretario genera de la OCDE, Ángel Gurría, donde éste exponía al
presidente del Gobierno todo un inventario de medidas que debían ser tomadas en
cuenta: subir más el IVA, abaratar el despido, reformar las pensiones para bajar las
prestaciones, suprimir la jubilación parcial, acabar con las deducciones en el
IRPF por las aportaciones a planes de pensiones, suprimir con carácter
retroactivo algunas deducciones por vivienda, endurecer las condiciones para
cobrar el desempleo y revisar las prestaciones de viudedad. Y el pusilánime Rajoy
entró al trapo de esa Organización, aplicando las “sugerencias” de Gurría e
incumpliendo vergonzosamente todas sus promesas electorales.
jueves, 14 de febrero de 2013
Almas en pena
Hoy mi atención está puesta en
Tommy, un pastor mestizo de trece años. Lo acabo de leer en La Gaceta. Acompañaba
a su dueña, María Lochi, hasta la iglesia de San Bonaci y esperaba con paciencia a la puerta hasta que
terminaba la misa y la dueña volvía a aparecer. Y así todos los días todos los
días hasta que la dueña murió. Pero el perro siguió acudiendo a la iglesia y
terminó por meterse en su interior el día del funeral de su dueña. Tommy
terminó por se aceptado por el sacerdote y éste no puso impedimento alguno a
que permaneciese en el templo el tiempo que duraba el oficio. A nadie molestaba
con ello. Pero ahora me entero de que Tommi ha muerto de un paro caro cardíaco.
Fin de una historia. No hace mucho
sucedió algo parecido. Lo contaba la
BBC y copio lo que escribió al respecto en su blog el
veterinario Javier Birlanga el pasado 25 de noviembre: “el chino Lao Pan, de 68
años, soltero y sin otra compañía que su perro, falleció a principios de mes en
la localidad de Panjiatun. Su perro desapareció poco después y reapareció para
permanecer junto al túmulo. Y allí estuvo, impenitente, durante siete días sin
moverse y sin probar bocado. Un hombre, que lo vio, intentó llevárselo a su
casa para cuidarle y darle algo de comida, pero el perro regresó corriendo a la
tumba. A los vecinos del lugar no les quedó más remedio que llevarle comida y
bebida al lugar de descanso eterno de su amo”. Fin de otra historia. No sabemos
si ambos perros morirían con la sensación de haber sido timados por la vida.
Los perros sufren por lo que no comprenden. Existen cientos de casos parecidos.
Tal vez sea cierto lo que contó Pío Baroja: “Los perros son almas en pena”.
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