jueves, 2 de enero de 2014

El derbi Sevilla-Zaragoza





Comienza un año y no sabemos si también otra guerra del 14, que ahora ya no será con trincheras y bayonetas sino económica. Todo sube: la luz, el tren, los peajes de autopista, las tasas municipales…Y como si las ciudades españolas pertenecieran a la lista de “Los 40 principales” de Radio Madrid, ahora resulta que Zaragoza ya casi supera a Sevilla en número de habitantes. Hay una diferencia entre ambas ciudades de sólo 18.165 empadronados, de momento a favor de la ciudad que preside Juan Ignacio Zoido, pero Juan Alberto Belloch se le acerca con la velocidad del galgo tras un conejo mecánico. Sólo es cuestión de que lleguen unos cuantos autobuses con rumanos en visita turística al Pilar y se queden por estos pagos como autónomos para hurgar en los cubos de basura. En cierta ocasión le escuché contar a Compay Segundo que en La Habana existen tantos peluqueros porque para practicar tal oficio sólo se requiere disponer de unas tijeritas, una navaja de afeitar y un peine. Y para remover en los contenedores de basura, un palo de escoba con un gancho y una bicicleta. Sin bicicleta no cunde la faena, se adelantan otros feligreses de la misma cofradía y no trae cuenta mirar dentro de los contenedores cuando ya han sido registrados a conciencia por el que más pedaleaba y sólo quedan en su interior cáscaras de plátano y algún casco de sidra “El Gaitero”, famosa en el mundo entero, y de anís “Las Cadenas”, de finísimo paladar,  que no fueron depositadas en su correspondiente contenedor, o sea, el de vidrio. Por cierto, vengo observando que en las últimas navidades se ven más cascos de sidra  que de cava “Juvé & Camps” y más “tetra-brik” de vino de guisar “Casón histórico”, el de J. García Carrión, que botellas de “Federico Paternina”. Han bajado los aguinaldos de empresa en relación inversamente proporcional a las visitas a Mercadona. Y así pasa lo que pasa, es decir, que en la Nochebuena siempre hay algún pendiente “ajuste de cuentos”, no sé si como el de Mario Muchnik, como sucede con algún pariente comensal cuando se pone hecho un basilisco por no sabemos qué y apesadumbra la noche de paz. Se viene arriba con trasiego de vino de pasto y la carencia de “almax”, que obra el milagro de disipar la acidez estomacal a la hora de atornillarle el diente al turrón de Alicante, y aflora trapos sucios con lengua de trapo. Vamos, lo de siempre.

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