domingo, 19 de enero de 2014

Vergonzosa plebeyez





Martín Prieto, en La Razón, hace referencia en su “Descenso al cadalso” a la infanta Cristina. Cuenta: “Algunas insistencias delatan el deseo morboso de que la Infanta baje la rampa en sollozos, de rodillas y hasta arrastrándose para postrarse ante el juez Castro. La rampa de Palma la ven como paradigma de la Justicia igualitaria, confundiendo los adoquines con los códigos”. Antonio Burgos, en ABC de Sevilla, habla con un  José María Pemán imaginario y pone en boca de ese “espectro” lo siguiente: “Pues tened cuidado, que se empieza pidiendo el paseillo y se acaba dando el paseo camino de Paracuellos”. Y Juan M. Blanco, en Vozpópuli, va más lejos todavía. En “Abdicación: un sorpresivo debate”, Blanco refiriéndose a que  “los hados, tan favorables antaño, se han conjurado últimamente contra la Corona”, sostiene que “nada resolverá una abdicación sin enmendar los graves defectos del sistema político, verdadera causa del presente desastre. Quienes  argumentan que el Príncipe está muy ‘preparado’ olvidan que la Monarquía no puede basarse en las cualidades o la buena voluntad de su titular sino en estrictas reglas, adecuadas leyes, eficaces mecanismos de control y garantía de trasparencia. El simple cambio de persona podría conducir a frustración y a un acrecentado desgaste. La sola idea de un Felipe intentando tejer con los mismos mimbres que su padre ofrece una perspectiva muy poco prometedora”. En fín, es lo que hay. La ciudadana imputada, Cristina de Borbón y Grecia deberá enfrentarse a las preguntas del juez instructor Castro el próximo 8 de febrero. Da igual si la procesada entra por la puerta principal o por la rampa de acceso. De ninguna manera  la ciudadana Borbón será la moderna María Antonieta ante las escalerillas del cadalso por una sencilla razón: esta señora, a pesar de lo que escriben Martín Prieto y un rabo de plumillas de vergonzosa plebeyez, no pasará a la Historia.

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