viernes, 28 de febrero de 2014

Belloch, o Luis II de Baviera




Hace poco, los comerciantes zaragozanos rechazaban la peatonalización de la calle Don Jaime I, vulgo San Gil, por razones que desconozco. Ahora, poniéndose la venda antes de la herida, los comerciantes de la calle Conde de Aranda (antes del General Franco) no desean que la supuesta “línea 2” del tranvía, de llevarse a cabo, pase por delante de sus negocios. A mi entender, unos y otros temen que durante el levantamiento de sus calles sus negocios dejen de generar ingresos. Es lo que se llama lucro cesante. No sé, para mí que el lucro cesante les llegó a casi todos los comerciantes con el incremento de las grandes superficies y se agravó con la crisis económica y la recesión, hubiese o no obras. No pasa día sin que observe un nuevo local vacío por “cese en el negocio”. Por otro lado, ya se conocen las cifras del coste de la “línea 1”, entre Valdespartera y el Parque de Goya, que supera la friolera de 194 millones más IVA, sin incluir el material rodante. Pero el precio de las cosas siempre es relativo si se comparan con otras. El tranvía, al menos, es usado por los ciudadanos aunque me consta, y así está publicado, que todos los días alrededor de 1.000 viajeros no pagan el servicio. Es más sangrante el caso del Pabellón Puente, de 270 metros de longitud, diseñado por la arquitecto británica-iraquí  Zaha  Hadid, que conecta la margen derecha del Ebro con el antiguo recinto de la Exposición Internacional de 2008. Su planta tiene forma de gladiolo y no sirve absolutamente para nada. Su coste inicial fue de 25 millones de euros y acabó sobrepasando los 35; o la Torre del Agua, de 76 metros de altura equivalente a 23 pisos, del arquitecto Enrique de Teresa. Costó 53’5 millones de euros y al  ser hueco su interior, tampoco parece que sea de utilidad pública; o el Pabellón del Agua que sólo sirve en la actualidad para llevar a cabo bodas civiles. Pero lo peor es que aquí todo está sin terminar de pagar. Y así todo.

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