martes, 4 de febrero de 2014

Fusiones de papel





Hoy podría hacer algún comentario sobre la última perla cultivada de Mariló Montero, al preguntar si los calamares guardados en el Museo de Luarca y dañado por el temporal estaban vivos. Pero no voy a comentar nada. No entiendo cómo, pese a la cantidad de periodistas competentes desempleados que existen en España, continúa TVE, la televisión que pagamos todos con nuestros impuestos, manteniendo contrato con esta señora en su programa “La mañana de la 1”. Ya sé que ese programa va dirigido a amas de casa y a jubilados pero, aún así, no comprendo nada. Ahora todos los ojos periodísticos están centrados en el próximo 8 de febrero, día en el que Cristina de Borbón debe declarar ante el juez Castro. Comenta Jesús Cacho en Vozpópuli, con la agudeza que le caracteriza, que “si el periodismo español no hubiera aceptado el pacto de silencio tejido tras la muerte de Franco en torno a las actividades de Su Majestad el Rey, origen de las corrupciones que hoy deslegitiman a la mayoría de nuestras instituciones, seguramente la infanta Cristina no tendría que acudir dentro de unos días a declarar ante un juez de Palma, y mucho menos hacerlo escondida de la gente del común”. Para Cacho, “el periodismo español se ha rendido sin luchar. Ha hecho algo peor: lisonjeado por el poder, se ha bajado las calzas hasta los zancajos para que pudieran darle a conciencia, decidido a participar en el general festín de estos años de vino y rosas, con dejación de su función primigenia, que no es la de derribar presidentes de Gobierno o intentarlo, no, sino la mucho más humilde de salir a la calle a buscar noticias, contrastarlas y publicarlas, a ser posible en su integridad”. Y al hacer referencia a la salida de Pedro J. Ramírez de El Mundo no se corta un  pelo: Los italianos [propietarios del periódico] necesitaban sacar el canario para poder vender la jaula, operación que ahora será más fácil acometer con  Abadillo, un periodista incoloro, inodoro e insípido”. Eso será ahora, no cuando ambos, Abadillo y Cacho, trabajaron juntos en “La estafa” como jabatos, a tumba abierta, sobre los últimos días de la saga socio-financiera de Ibercorp amparada por los socialistas. Pero hay amistades que, sin que se sepa muy bien la razón, se terminan cortando como la mayonesa. 

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