miércoles, 19 de febrero de 2014

Manguis y raqueros



La primera línea del tranvía que hizo Belloch en Zaragoza dicen que es un éxito de explotación. Pero ahora descubrimos, según reconoce Carmen Dueso, concejala de Servicios Públicos, que una parte importante de los viajeros nunca paga su billete. O sea, que unos 1.000 ciudadanos se montan, esperan a que arranque y se bajan en su destino final con cargo al maestro armero, pese a que la compañía Urbanos de Zaragoza cuenta con 6 inspectores y 12 cámaras de seguridad que observan todo lo que ocurre dentro y fuera como si se tratase de las zonas protegidas del CNI. Pasa lo mismo en las grandes superficies. Por mucho control que exista siempre hay alguien que entra para dar una vuelta y sale a la media hora con tres latas de escabeche, dos botellas de güisqui y dos bandejas de filetes de ternera colocadas bajo la gabardina a modo de hombreras. Y no pasa nada. Y si pasa, ¿qué pasa? Este es un país de manguis a todos los niveles sociales. La gente del común es consciente de que la vida está muy achuchada, que el sueldo sólo llega hasta el final de la primera quincena y que, si te pillan y el valor de lo hurtado es inferior a 400 euros, no pasa nada. Para que el valor de lo trincado sea de varios millones de euros, y tampoco pase nada, hay que ser político, pero no al estilo de Martín Villa que, como hoy recuerda Antonio Burgos en su “El Recuadro” de Abc de Sevilla, ya iba en coche oficial a los 28 años cuando era jefe nacional del SEU. Martín Villa, que yo sepa, sólo trincaba poltronas oficiales o sillones de despacho de empresas del INI una vez privatizadas y coches del PMM para sus desplazamientos. Para que el valor de lo trincado sea, como digo, de varios millones, hay que ser político, mejor aún extesorero de un partido; o estar presuntamente relacionado con ellos a modo de “correa” de transmisión de favores  (ver el rol de los 175 implicados del caso Gürtel  por si una vez leída la relación les suena alguna de sus caras); o saber hacer chanchullos con los ERE, (caso de Andalucía), o presuntamente trincar desde un sindicato, como presuntamente ha hecho UGT  (también en Andalucía); o, por último, ser hijo (político, claro) del Rey y estar imputado por presuntos excesos financieros. Montar de gorra en el tranvía zaragozano o trincar dos latas de escabeche de Vigo o tres latas de mejillones de Albo son cosas de raqueros. Ni siquiera son delitos, ya digo, sino faltas. La cleptomanía sólo es un trastorno en control de impulsos relacionado con objetos de poco valor. Además, los cleptómanos raqueros suelen tener sentimiento de culpa, cosa que no sucede con los grandes manguis, esos sinvergüenzas de cuello blanco, algunos también muy raqueros, que están convencidos de que España es su cortijo. Lo peor de todo es que casi siempre suelen irse de rositas.

No hay comentarios: