miércoles, 12 de marzo de 2014

Blázquez





El Gobierno no invitó a Aznar ni a Rodríguez Zapatero, tampoco a Felipe González, al servicio religioso oficiado por  Rouco Varela en la Catedral de la Almudena por una sencilla razón: La Almudena no cuenta con palenque. En España, que yo sepa, las peleas de gallos están prohibidas salvo en Canarias y en algunos pueblos de Andalucía. Rouco Varela, en su último oficio religioso oficial, el de ayer, señaló ante los Reyes que “España es hoy una nación de misión”. Pues nada, que vengan los misioneros, se rompan las huchas del Domund y nos cristianicen adecuadamente Ripalda en mano. Como señala Juan G. Bedoya hoy en El País, “Rouco se despide como llegó: con dardos contra el poder civil, que querría sometido al eclesiástico, católico por supuesto”. Y ya tenemos a Blázquez al frente de la Conferencia Episcopal por segunda vez. Ese es “un tal Blázquez”, que dijera Arzallus cuando fue nombrado obispo de Bilbao. Blázquez, ahora arzobispo de Valladolid y pronto, ya lo verán, cardenal, es el mismo personaje que en enero de 2012 cuestionó que Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidenta del Gobierno de España, pudiese leer el pregón de la Semana Santa en la ciudad del Pisuerga. Y la razón que exponía Blázquez no era otra que su situación matrimonial. Resulta que Sáenz de Santamaría está felizmente casada por lo civil. Y Ricardo Blázquez, intentando justificar lo injustificable, precisó: “mi apreciación no va más allá de lo que va el Código de Derecho Canónico”. Pero el arzobispo Blázquez, tratando de echar una de cal y otra de arena, ya dejó claro entonces que asistiría al pregón de Soraya Sáenz de Santamaría porque su lectura sólo se trataba “de un género literario, más que una homilía o un sermón”.

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