lunes, 3 de marzo de 2014

Hace 40 años que se "jubiló" el garrote




Ayer, 2 de marzo, hizo 40 años desde los últimos ajusticiamientos en garrote vil en España. Debido a la extraña amnesia que padecen determinados medios, que yo sepa sólo el diario El País tuvo memoria histórica y un recuerdo para Antich y Chez, ejecutados en Barcelona y Tarragona respectivamente. También la Derechona y aquellos diarios que están en su órbita detentan una carencia de memoria rayana en lo patológico hacia todo aquello que, aunque huela a naftalina, que huele, es necesario tener presente en cada momento de nuestras vidas aunque sonrojen. El Gobierno presidido por Arias Navarro no llevaba ni cien días en el poder. Como contaba el editorial de “Cambio 16” en su número 126, sólo un mes más tarde de los ajusticiamientos de Salvador Puig y de Heinz Chez, “la lenta y espinosa marcha hacia la prometida apertura política en España pasa por largos vericuetos. (…) Si se cierran las puertas a un país que crece, pueden estallar hasta las ventanas. Y así no, no”. El 2 de enero juraba su cargo Arias. El día 4, cesaban diez ministros de Carrero y otros cinco conservaban la cartera. El día 19, Ricardo de la Cierva ofrecía la presidencia del Ateneo de Madrid a Cela y éste la aceptaba. El 2 de febrero, Barrera de Irimo anunciaba que la declaración del IRPF afectaría a un millón e personas más. El día 7, Herrero Tejedor declaraba que la pena de muerte “como medida de prevención y de contención para la delincuencia, es altamente positiva”. El día 26, la  pastoral de Añoveros sobre “el problema vasco” levantaba las primeras ampollas. Se le ponía un avión desde el Gobierno a su disposición para que desapareciera del mapa vía Roma, pero el Ejecutivo echaba el freno ante la amenaza de excomunión por parte de Tarancón. El día 1 de marzo, el Gobierno se daba por enterado de las dos penas de muerte. Ese mismo día, un guardia civil condenado a muerte por matar a un capitán recibía la conmutación. De nada sirvió el escrito de trescientos intelectuales a Franco solicitando gracia para los dos condenados, ni la petición de monseñor Jubany y del arzobispo de Tarragona en nombre de todos los obispos de la diócesis, que también reclamaban clemencia. Otros organismos extranjeros se sumaban a esa petición. El día 5, sólo tres días más tarde de las ejecuciones, se desencadenaba una serie de manifestaciones y atentados contra representaciones españolas en el extranjero. Paros intermitentes en Hunosa y huelga en la flota pesquera y en los taxis de Barcelona por los precios de los carburantes. El día 6, Cela renunciaba a la presidencia del Ateneo. El día 7, cierre casi total de la Universidad de Barcelona. El día 15, cinco concejales de Pamplona eran suspendidos de sus cargos por sesenta días por el motivo de no haber acudido al funeral de Carrero; el día 17, se conocía que Julio Rodríguez fue el único ministro de Carrero que se presentó a la policía para ofrecerse voluntario para vengar la muerte del almirante. Comenzaba una época de nervios, secuestros de diarios y revistas, el rebullir de ultras, la tromboflebitis de Franco, la petición de amnistía a los presos políticos y a los exiliados incluso por Pablo VI, la entrada en las Cortes del estudio del Estatuto de Asociaciones Políticas, etcétera. En aquel final de 1974 ETA seguía asesinando y había muchos nervios en el búnker como consecuencia del incierto panorama que se presentabas ante los serios achaques y la senectud de Franco. Aquel año terminó como el rosario de la aurora, o sea, a farolazos.

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