viernes, 21 de marzo de 2014

José Verón




No está en mi ánimo glosar aquí la cantidad de premios que José Verón Gormaz ha conquistado a lo largo de su vida. Sería labor casi interminable. Fotógrafo, poeta, columnista de prensa, novelista, académico de San Luis, miembro del Centro de Estudios Bilbilitanos, Cronista Oficial e Hijo Predilecto de Calatayud…, uf, demasiados quehaceres para una sola vida. José Verón es, ante todo, una buena persona y un amante de su tierra. Acaban de otorgarle el Premio de las Letras Aragonesas 2013 y, con ese motivo, Antón Castro le ha hecho una entrevista en Heraldo de Aragón. “Muchos de mis poemas –dice Verón- nacen de la reflexión, pero también los hay que surgen como un relámpago”. Todavía recuerdo cuando, en septiembre de 1995, la Peña Taurina “Litri” me concedió un  premio de narrativa por un modesto trabajo. A pesar del tiempo transcurrido desde entonces, todavía recuerdo a Verón en el salón de la UNED alegrándose de que me hubieran concedido ese galardón. También recuerdo sus palabras: “No ha sido fácil. Había otros relatos de gran calidad”, me dijo. Yo estaba seguro de que así era y de que él me había ayudado de alguna manera. Y, desde entonces, conservo en casa un relieve en bronce que representa el interior de la Plaza de Toros,  también conocida como  Coso de Margarita, inaugurada el día de la Virgen de la Peña de 1877, con toros de López Navarro y lidiados por Frascuelo y Ángel Pastor. El de Ocaña, tres años antes de aquel festejo taurino inaugural del Coso de Margarita, había ingresado en la cuadrilla de Frascuelo como banderillero.  Y Frascuelo, que le brindó su amistad, le apadrinó su alternativa el 23 de octubre de 1876, doctorándose con la muerte de “Madroño”, de la ganadería de Miura. Tal vez el subconsciente me esté produciendo una mala pasada. Aquí quería comentar el último Premio que, de momento, han concedido a Verón, sabedor de que recibirá más porque se los merece, y me he marchado, ¡miren ustedes por dónde!, por el cerro de Bámbola. Verón tomó el testigo de Cronista Oficial a la muerte de Pedro Montón, mi amigo carbonero muerto que solía ir a la taberna del Patas Cortas, aquel  “entrañable zamorano que sólo servía vino, tomate crudo y sardinas rancias”. Felicidades, Pepe.

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