sábado, 8 de marzo de 2014

"Privilegios reales" de pacotilla





El Ayuntamiento de Zaragoza, como no sabe qué hacer con el dinero que recauda al contribuyente en concepto de IBI, Agua y Vertidos, multas de tráfico, Impuesto de Circulación, etcétera, en vez de dedicarlo a adecentar los barrios, pagar la “línea uno” del tranvía, satisfacer las deudas pendientes de la Expo 2008, sanear colectores, echar asfalto en las vías urbanas y dedicar una especial atención a familias enteras que no tienen nada que llevarse a la boca, no ha tenido mejor ocurrencia que adquirir de un particular un  documento llamado Privilegio Real, por el que un aspirante a rey que nunca llegó a reinar en España, concedía a Zaragoza el privilegio de acuñar moneda, a cambio de 1.000 hombres dispuestos a luchar por su causa en la Guerra de Sucesión. Me estoy refiriendo al archiduque Carlos de Habsburgo, apoyado por la Corona de Aragón y enfrentado a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia y bisnieto de de Felipe IV, apoyado por la Corona de Castilla, y que más tarde reinaría con el nombre de Felipe V.  Lo de menos, a mi entender, es el dinero pujado por ese documento en subasta y adjudicado finalmente al Ayuntamiento de Zaragoza en 3.100 euros. Esa cifra se la gasta el alcalde Belloch en un vermú con unas aceitunas rellenas de rica anchoa cada vez que llega de visita un histórico de la política y es agasajado en la planta noble del edificio de la Plaza del Pilar como si de un jefe de Estado se tratara. Ya me gustaría a mí saber cuánto costó el alquiler del Teatro Principal a Felipe González, que le salió gratis total, cuando vino a presentar su libro “En busca de respuestas. El liderazgo en el siglo XXI” el pasado 22 de enero. Pero a lo que iba: mal pudo firmar un privilegio real alguien que no fue rey de España aunque heredase en 1711 el imperio alemán. Y mal pudo, también, conceder a la Ciudad de Zaragoza el privilegio de poder acuñar moneda alguien que no tenía poder bastante. ¿Imaginan al tesorero municipal acuñando moneda amparado en un privilegio real concedido por un Habsburgo? No sé qué dirían los proveedores cuando presentaran sus facturas y recibieran en pago sacos llenos de monedas con el busto de Belloch en el anverso y un mejillón-cebra en el reverso. Tampoco sé lo que pensaría Mario Draghi de nosotros. Hay documentos de “privilegios reales” que no sirven ni para estar expuestos en una vitrina. Ese es uno de ellos.    

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