lunes, 14 de abril de 2014

Gorrones




Hoy, en su Recuadro del diario Abc hace referencia Antonio Burgos a los gorrones de procesiones, esos que dicen ser amigos del primo de un cuñado del dueño de la casa y aparece con toda su parentela, también desconocida para el dueño de la casa, se colocan en el mejor balcón para ver pasar los pasos y las cofradías y, por si ello fuera poco, se hartan de comer y de beber a cuenta de ese dueño de la casa al que no conocen ni de vista. Y es que los dueños de la casa acostumbran a ser obsequiosos y tienen siempre el detalle de colocar unas mesas cerca de los balcones repletas de viandas, vinos y licores. El sevillano de ley, el sevillano gótico, es así de fetén. Yo no sé si esos mismos gorrones de Semana Santa también se colarán en las casetas del Tardón durante la Feria de Abril, aunque presumo que el gorrón termina por profesionalizarse y se cuela en todos los sitios por derecho propio. Son capaces de atravesar hasta los filtros de porcelana. Esas cosas tan españolas, las de alquilar balcones, sólo se dan en Sevilla durante la Semana Santa y en la Puerta del Sol de Madrid la noche más vieja de todas las noches, la de las campanadas las doce uvas. Pero hay una diferencia importante: los balcones de la Puerta del Sol son ocupados por cadenas de televisión que previamente los han contratado y pagado el centímetro cuadrado a precio de barrera de sombra en La Maestranza. Los balcones de La Campana, de Puente y Pellón o de Sierpes, en cambio, son gratis total para los amigos del dueño de la casa que, en ocasiones, es un comerciante que allí mismo, en la planta calle, sostiene un negocio familiar. El sevillano de ley es atento y buen anfitrión. Le gusta obsequiar y ceder a sus invitados amigos las mejores perspectivas de cuanto sucede debajo, nada menos que la conmemoración de la muerte del Mesías, ¡que ahí es ná!, sin importarle  permanecer en segundo plano. Y eso sólo se consigue a fuer de ser  más fino que una botella de Tío Pepe.  

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