martes, 22 de abril de 2014

Veladores




No tengo nada contra los bares de los chinos, que en Zaragoza abundan como el mal querer. Bar que desaparece por jubilación de su dueño, bar que a la semana vuelve a abrir su puerta regentado por  unos chinos; bar que no visitabas desde hacía algún tiempo por estar en otro sector y donde el dueño era conocido, cuando un día vuelves por aquel barrio para hacer unos mandados y deseas aprovechar para saludarle, resulta que ya no está ese viejo conocido sino unos orientales sonrientes que más parecen extras  de 55 días en Pekín que hosteleros, y notas una sensación rara, como si en cualquier momento pudiesen aparecer por la puerta Charlton Heston, Ava Gardner y David Niven a tomarse unos tragos de Jack Daniel’s. España es un importante país turístico y los  servicios de hostelería contribuyen de manera importante a crear esa riqueza que tanto necesitamos. Pero la imagen de nuestras ciudades es lo que queda en la retina de los turistas que nos visitan, aunque sea de paso. Zaragoza, que es ciudad de paso, ha llenado sus aceras y calles peatonales de terrazas hasta límites inconcebibles. Al Ayuntamiento, principal beneficiario de esa ocupación desmesurada de espacios públicos, le corresponde de igual modo señalar el número de mesas y sillas permitidas por establecimiento y el control de horarios de apertura y cierre. Sin embargo, hay dos cosas que, a mi entender,  los responsables municipales no controlan debidamente. Una de ellas es la conciliación entre clientes de veladores y vecinos de los inmuebles anejos, obligados a tener que soportar todo tipo de risotadas, charlas en un  tono excesivamente alto, niños jugando a la pelota cuando deberían estar en la cama, etc.;  y otra, el estado lamentable en el que dejan el “territorio” finalmente abandonado por tales desaprensivos ciudadanos, con un cerco de cáscaras de pipas o de cacahuetes, sevilletas de papel usadas, líquidos desparramados y colillas. Belloch, responsable del Ayuntamiento, debería ponerse las pilas y pensar que el ciudadano tiene derecho al descanso nocturno y que tal derecho está por encima de su afán recaudatorio.

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