viernes, 6 de junio de 2014

El ciudadano Borbón




En “La abdicación y el cuento de Caperucita”, J.L.González Quirós, en Vozpópuli, comenta que “desde 1975, si no antes, los españoles vamos corriendo detrás del espantajo de la renovación generacional, como si lo único malo de Franco es que fuese un octogenario". Y ahora, con la abdicación de don Juan Carlos, nos cuentan la misma milonga. Fíjense: sobre lo que más hincapié ha hecho la vicepresidenta del Gobierno tras el Consejo de Ministros de hoy es que al Rey nunca se le podrá juzgar por hechos acontecidos durante sus 39 años de reinado y que ya se está buscando una fórmula de aforamiento para los años que le queden de vida. ¿A qué hay temor? El que nada ha hecho, nada debe temer. El posible final del bipartidismo es la espada de Damocles que se cierne sobre muchas cabezas. Lo acontecido el pasado 25 de mayo es un serio aviso para navegantes y “la retahíla de elogios institucionales vertida por las numerosas televisiones oficiales y por los medios”,  en palabras textuales de González Quirós, nada harán cambiar la opinión de muchos ciudadanos informados que no están dispuestos a modificar su opinión con respecto a las luces y sombras, más sombras que luces, del todavía Borbón reinante. La revista humorística “El Jueves” ha modificado su portada inicial (donde en portada el Rey entregaba a su hijo una corona llena de excrementos sujeta con pinzas) por temor a no sabemos qué, que miedo sólo hay que tenerle al miedo, lo que ha supuesto la dimisión inmediata de siete colaboradores. El Rey, a mi entender, en el momento en que se convierta en el ciudadano Borbón, debería abandonar de inmediato La Zarzuela e irse a vivir a otro sitio, como hace todo aquel que se jubila y disfruta de casa de la empresa. Es lo que procede y lo que conviene. ¿Alguien se hubiese imaginado que en La Zarzuela conviviesen el Rey y su padre, Juan de Borbón, antes del 14 de mayo de 1977, día en el que el segundo cedió los derechos dinásticos al primero? Pero si hasta dejaron de hablarse. Lógico. No es bueno poner a dos gallos en el mismo corral. En este caso, en el mismo corral de comedias.

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