sábado, 5 de julio de 2014

La Venta de los Gatos




El periódico madrileño “El Contemporáneo” sacaba a la luz los días 28 y 29 de noviembre de 1862 “La venta de los Gatos”: “El carrito de los muertos/ pasó por aquí,/ como llevaba la manita fuera/ yo la conocí”. El pasado mes de junio, Pascual González, en “El Correo de Andalucía”, me traía la triste noticia de que La Venta de los Gatos está en venta: “Allí, en la avenida de Sánchez Pizjuan, chiquitita, insignificante, como un trompo que baila en una olla de bloques de pisos que la empequeñecen, pintada con mal gusto y con intensidad porque hasta la placa que la vinculaba, como único vestigio, con el gran poeta no se puede leer porque taparon la dedicatoria con el color albero de la fachada”. Contaba Bécquer a un amigo que le acompañaba: “A cien pasos han hecho el nuevo cementerio”. “Me dijeron –cuenta Pascual González, miembro de Cantores de Híspalis- que el Ayuntamiento de Sevilla quiere arreglar este asunto y brindar a la ciudad con un regalo histórico y romántico”. No sé. Las promesas, como las hojas secas, se las suele llevar el viento. Más aún, las promesas de unos políticos que han apostado más por la Torre Pelli del rico Epulón que por la olvidada Venta de los Gatos del pobre Lázaro. Una vez estuve allí, durante mis veranos en Sevilla. Por los tejados de la venta revoloteaban aviones, esas golondrinas acharoladas y limpias que anunciaban con su trino el final del camino de los vivos y el comienzo del camino de los muertos. Ya no quedan huertas de naranjos ni jaramagos ni matas de reseda. Sólo sonido de chicharras de los cipreses vecinos y el libreto de una ópera en dos actos de los hermanos Álvarez Quintero con música de José Serrano que duerme en el lugar donde se recogen los sueños cada amanecida.

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