domingo, 24 de agosto de 2014

¡Que Dios nos pille confesados...!




Mientras Pedro Sánchez pide que sea devaluado el euro para los países con más del 15% de paro, como es el caso de España, Rajoy hace seis kilómetros del camino de Santiago con Merkel para pedirle a ésta, que no al apóstol, colocar en la presidencia del Eurogrupo a De Guindos y conseguirle a Arias Cañete “una comisaría económica a poder ser potente”. Merkel, que a mi juicio es la verdadera presidenta del Gobierno de España, ni porta concha ni bastón al uso. La modificación del párrafo tercero del artículo 135.3 de la Constitución, sin contar con los españoles que andaban en chancletas por las playas y firmada por Rodríguez Zapatero con el apoyo de PSOE, PP y UPN un 23 de agosto de 2011, hace ahora justamente tres años, estableciendo en el texto el concepto de “estabilidad presupuestaria”, fue la causa de gran parte de nuestros males. Una reforma entonces considerada como “necesaria y muy positiva” para el que más tarde sería usuario de la puerta giratoria Felipe González. Y en esas estamos tres años después, o sea, con un exrey, aunque se le siga llamando rey, que sigue viviendo a cuerpo de ídem en La Zarzuela; unos bancos y cajas de ahorros rescatados con dineros de todos los españoles por medio del FROB y cuyo dinero prestado no piensan devolver; con un  paro que no disminuye ni aun haciendo trampas en las estadísticas; con una juventud que ya no sabe para que parte del globo terráqueo sacar billete de ida; con millón y medio de familias en las que no entra ni un solo euro; con una parte de la infancia que sólo hace una comida diaria cuando abren los comedores escolares; con una incompetente ministra Mato que no sabe cómo resolver el problema de los fármacos contra la hepatitis C; y con unos místicos ministros que van a  su aire: el de Interior imponiendo medallas a vírgenes para que reinen después de morir, como Inés de Castro; la de Empleo encomendándose a la Blanca Paloma para que resuelva lo que ella no es capaz; y, ahora, el presidente Rajoy haciendo un ridículo  paripé en el Camino de Santiago junto a una canciller alemana que, por no creer, no cree ni en los que creen en ella. Y con esos mimbres hay que hacer el cesto. ¡Que Dios no pille confesados…!

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