domingo, 3 de agosto de 2014

Sí, ya te he leído



Acabo de leer con detenimiento, para eso es domingo y no tengo mejor cosa que hacer, un artículo de Matías Vallés, licenciado en Química además de columnista elegante, en un periódico de provincias. Cuando escribo “de provincias” no es que haga de menos tal publicación sino que es difícil poder encontrarla en los quioscos de fuera del ámbito de su comunidad autónoma por su pequeña tirada. Pues bien, ese artículo de Vallés, “Supongo que me has leído”, hace referencia a la egolatría de determinados  aficionados a la pluma que, de hito en hito, como dirían los cursis, envían un “trabajillo” a la redacción de esa prensa local (mansa hasta la grosería y que se mantiene en pie merced a los anuncios oficiales),  en la confianza de que vea la luz y sea publicado en una sección distinta a la de “cartas al director”. Y el día que el autor consigue  publicar su colaboración gratis, -pongamos por caso “La mecánica peripatética según la teoría de Aristóteles”, en la que su autor expone la teoría de los ímpetus-,  de inmediato  compra varios ejemplares; y uno de ellos lo paseará bajo el brazo calle arriba, calle abajo, se lo enseñará al conocido de barra cuando tome una caña de cerveza,  lo recortará, lo pegará en un folio y lo archivará en una carpeta especial que esperará completar con las  siguientes colaboraciones. Y si un día alguien, aunque sólo le conozca de vista, tiene la mala suerte de toparte con él y le suelta carrete, entonces el columnista le invitará a su casa a tomar café, le sacará la carpeta, le leerá su primer artículo publicado con voz engolada y aprovechará para explicarle en qué consiste un sintagma pronominal, qué son las oraciones yuxtapuestas y qué es eso de la perífrasis. Dos semanas más tarde, con suerte para el nuevo colaborador, aparecerá en la misma página del mismo diario otro trabajo suyo y éste volverá a actuar de la misma manera, pero con algunos añadidos. Así, cada vez que se encuentre con el conocido de taberna o con un vecino de escalera le soltará de inmediato el consiguiente “supongo que has leído lo que he escrito”, obligando a su interlocutor a decir una mentira piadosa. Pero si el conocido con el que se acaba de topar le dijese que espera leerlo después de comer, entonces sería cuando el articulista aprovechara para hacerle un avance en forma de “trailer”, como si se tratase de una película: “Verás, chico, hoy escribo sobre el Peñón de Vélez de la Gomera y los efectos del terremoto de 1930”. Te encantará”. “Sí, sí, seguro…”, le responderá el conocido por dejar la fiesta en paz.

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