viernes, 26 de septiembre de 2014

Desánimo




El artículo de Juan José Millás en  la contraportada de hoy en El País, “Desarraigo”, parece como sacado de una película de Fellini, pero no es así, es lo que sucede hoy en  en el suburbano de Madrid:
“Una mujer en el metro, con una maleta, y otras cinco o seis la semana pasada. Viajan dentro de la ciudad. Quizás han estado 15 días con un primo y ahora van a pasar dos meses en casa de una tía. Tal vez han encontrado una habitación más barata en otro barrio, al que se dirigen ahora. (…) Maletas como prótesis, de tela, a punto de reventar y eviscerarse por la línea de la cremallera. En su interior, revuelta con la ropa íntima, la sartén, el cazo, las fotos familiares, se agita una historia familiar de desarraigo. (...) Hemos hecho turismo en los países de los que ellas vienen. (…) Cuando vuelvan, si vuelven después de haber servido diez o doce millones de cafés, quinientos mil gin-tonics y doscientos mil platos del menú del día, serán turistas en su casa. Aquí son mujeres que van de un lado a otro, en el metro, con una maleta”.
El artículo es más largo, pero ahí dejo de muestra ese botón, que es como un punzón que un día aparece en una playa como resto de un naufragio. Al final terminaremos todos en la diáspora, como aconteció cuando perdimos la última batalla. Yo tengo un hijo que aprobó en dos ocasiones la dura oposición a profesores de Secundaria por la Comunidad de Madrid. Y le siguen llamando para hacer sustituciones en calidad de interino: ora en Parla, ora en Torrejón, ora en Collado-Villalba… Necesita más puntos para  poder consolidar plaza. Y cada fin de semana le veo tomar la maleta un domingo por la tarde, meterse en un autobús infame durante cuatro horas interminables, y al llegar a la Estación de Autobuses de la Avenida de América, tomar varios metros o trenes de cercanías para llegar a su casa alquilada no se sabe por cuanto tiempo.
“Han recorrido todas las líneas, podrían recitar el nombre de las estaciones como una oración desesperada. Valdeacederas, Tetuán, Cuatro Caminos… (…) En las estaciones donde no hay ascensor o las escaleras mecánicas están estropeadas, suben y bajan las maletas con la naturalidad con la que suben y bajan sus riñones, su corazón, su páncreas. Son un Estado dentro del Estado, una nación encapsulada en la nación.
El Gobierno que preside Mariano Rajoy cuenta a la rosa de los vientos que la economía de España mejora y hasta es posible que hayan bajado las listas del desempleo. Los jóvenes se marchan al extranjero con tropecientas carreras universitarias, en un vano intento de poder ver una luz al final del túnel en el que nos han metido los mismos miserables tipos fríos y calculadores que derramaron lágrimas de cocodrilo en el entierro de Botín; mientras los españoles nos conformamos con cantar barcarolas y en  que, en los trenes de largo recorrido camino de lugares distantes y con poco sol, no nos entre la carbonilla del esplín en los ojos.

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