domingo, 28 de septiembre de 2014

La paga del "Nescafé" para Gallardón





El día en el que tiró la toalla Ruiz-Gallardón, ¡pobrecito!, viendo y escuchado por televisión su rueda de prensa realizada desde el Ministerio de Justicia pensé que, por su aspecto cariacontecido, se marchaba a  su casa mano sobre mano, como un cesante al que el patrono le acabase de comunicar que no le renovaría el contrato. La política tiene esas cosas, hoy estás en activo y mañana desapareces de escena. Lo que sucede es que algunos no desaparecen nunca. Se hacen resistentes como un virus, se enrocan de mala manera y son capaces de atravesar  hasta los filtros de porcelana. Otros se hacen “los momias” y se agazapan hasta mejor ocasión. Y Ruiz-Gallardón es uno de ellos. Como si fuese el vivo retrato teatral de El pobre Valbuena, recuerdo que transmitía a los que le escuchaban que él había fracasado en su misión que en su día le encomendara  Mariano Rajoy sobre la reforma del aborto a llevar a cabo durante esta legislatura. Y Gallardón, yerno del perdurable José Utrera Molina (que ya ha sobrevivido a Barrera de Irimo), contaba con todos los parabienes de la Conferencia Episcopal, del sector más ultraconservador de la España profunda atrincherada en el búnker de la escrupulosidad  y de unos meapilas asacristanados, que vislumbran lo que sucede arriba y abajo pero tienen que moverse en la horizontal, y que intentan meter en la cabeza a los adolescentes de Primaria y Secundaria, si es necesario con la ayuda de calzador y fórceps, la doctrina cristiana sin  tan siquiera quitarse el abrigo. Pero el Ministerio de Justicia para Gallardón había sido el resultado de un movimiento extraño de Rajoy muy a última hora dentro de su inicial organigrama. A Gallardón se le había colocado inicialmente para hacerse cargo de Defensa, pero parece ser que el rey Juan Carlos le sugirió a Rajoy  que pusiese en ese Departamento de la Administración General del Estado a su amigo Pedro Morenés Álvarez de Eulate, hijo del vizconde de Alerón y nieto del conde de Asalto, y que ya había sido secretario de Estado de Defensa con Eduardo Serra, también de Seguridad y de Ciencia y Tecnología, respectivamente. Y con posterioridad, consejero de Instalaza, S.A., empresa zaragozana principal fabricante de bombas de racimo. Como digo, al corregir Rajoy  planilla de ministrables Gallardón pasó a Justicia. Pues bien, Gallardón, como iba diciendo,  aparecía ante la prensa con cara de circunstancias. Rajoy, que no le había dejado explicar su posición ni en el Congreso de los Diputados ni frente a los barones del partido, se marchaba a China esa misma noche, y Felipe VI se encontraba en Nueva York. Y en aquella sala de prensa del Ministerio se podía cortar el silencio. Solo faltaba una vaporosa música de fondo con la Habanera del Pompón. Pero Gallardón, lejos de marcharse a su casa el martes, como todos esperaban, se fue derecho (en menos de 48 horas) a fichar en el Consejo Consultivo de la Comunidad de Madrid donde tenía garantizada “la paga del Nescafé” de forma vitalicia, como Joaquín Leguina. Ocho mil quinientos euros mensuales brutos, secretaria y coche oficial con cargo al maestro armero. Y todo por el artículo 7 de la Ley 6/2007. En otras palabras, Gallardón, en un arranque de valentía,  acababa de subirse al balconcillo del tranvía número 8: “Puerta del Sol-San Antonio de la Florida”. Naranjas de la China, na, China, na, te voy a regalar…

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