lunes, 6 de octubre de 2014

De Caño al coro




Parece ser que no ha gustado demasiado el artículo de ayer de Juan Luis Cebrián, “El rey no gobierna, pero reina”, en El País, que dirige Antonio Caño. Encabezamiento que ha sido tomado de otro igual -llama la atención Cebrián- del ya fallecido Manuel Jiménez de Parga. Los ataques llegan desde varios frentes: Abc, Libertad Digital, El Siglo… De entre esos comentarios, me quedo con uno de Luis G. de Cañuelo en El Siglo, que a los montones de cal le echa algunas paladas de arena cuando hace referencia al vergonzoso y precipitado aforamiento del ex rey Juan Carlos por parte del Gobierno que preside Rajoy. En su artículo “De cómo ‘El País’ ningunea al rey Felipe VI”, comenta: “Es más cómodo el Supremo, sin duda alguna, que el juez Castro. Si el affaire del matrimonio Cristina/Urdangarín y sus tejemanejes se hubiera visto en el Supremo es casi seguro que habría acabado ya con una sentencia favorable a la infanta. Todo esto no se aguantaría en un país serio”. (…) “El espectáculo dado a la ciudadanía con la atolondrada protección del exmonarca nos conduce al túnel del tiempo. El esplendor de la Transición se ha ido apagando. Volvemos a la Restauración de aquel tinglado nefasto de una democracia infumable al servicio de los potentados y no de los más pobres.  De Cánovas a Sagasta y, finalmente, Alfonso XIII ¿A dónde vamos?”. No lo sé, pero sí sé adónde fuimos: al precipicio. Cebrián, en su artículo echa en falta un Estatuto de la Corona, “que reglamente el ejercicio, los deberes, las responsabilidades, privilegios y límites” del monarca. No echa en saco roto Cebrián cuando afirma que “la pasividad de las fuerzas políticas al respecto ha derivado ahora en un espectáculo de improvisaciones incomprensibles en las que ni siquiera los diputados europeos recién electos fueron invitados a la recepción en homenaje al nuevo rey. Las detenciones de manifestantes que apoyaban a la República, la recomendación policial de no lucir la bandera tricolor en los balcones o de no enarbolarla en lugares públicos, además de vulnerar las libertades de expresión y manifestación, ponen de relieve los temores del Ministerio del Interior a que el ejercicio de los derechos constitucionales desluciera la toma de posesión de un rey que lo es precisamente gracias a la Constitución”. Y el que quiera entender, que entienda.



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