domingo, 26 de octubre de 2014

El hoyo, el bollo y demás mamandurrias





Cuenta hoy Nekane Goñi en un artículo gastronómico en El País, “El hoyo y el bollo”, que los velatorios de los norteamericanos acaban siendo auténticos festines. “En las pelis -señala Goñi- siempre macarrones con queso. En España, pegarse un festín con el finado de cuerpo presente se considera de mal gusto. Aquí nos arreglábamos con café, aguardiente y rosquillas. Eso cuando se velaba en casa”. En este sentido, escribí yo un relato hace ya muchos años, “Aquel verano, entre el tío del fagot y el árbol de las genealogías”, donde contaba cómo con motivo de la muerte de Ramiro Carramiñana, acudí a un velatorio con mi amigo Penicilinas, hijo de un mancebo de botica. Las mujeres permanecían rezando cerca de la cama, junto al “fiambre”, que llevaba la boina puesta. Y en el cuarto de estar permanecían los varones, que se miraban unos a otros por el rabillo del ojo alrededor de una mesa camilla con tapete verde y un adorno de ganchillo blanco, donde había un plato de rosquillas además de una botella de Machaquito, otra de Tres cepas y una tercera muy rara, donde ponía Licor Izarra, también verde… En fin, ahora con los tanatorios la cosa ha cambiado. Los allegados y amigos del difunto se acercan a la cafetería anexa para hacer más llevadera su pena. Decir “¡ay!” con un gintonic  en la mano hace más soportable el trance, aunque la pena sea la misma. Se acerca noviembre y pronto aparecerán en los escaparates de las confiterías los famosos huesos de santo, las floristerías harán su particular agosto y las discotecas anunciarán su fiesta de Halloween, esa horterada innecesaria que no tiene nada que ver con nuestra cultura latina. A este paso, pronto importaremos la fiesta del Día de Acción de Gracias, tal como lo hacen los norteamericanos, reuniéndose a comer toda la saga familiar alrededor de un gran pavo asado. Pero antes de que esa fiesta estadounidense se “importe” por estos pagos, como ya ha sucedido con el Halloween, sugiero que los banqueros, políticos y sindicalistas manilargos devuelvan el dinero afanado y vayan a presidio sin contemplaciones. Será la única forma posible de que ese Día de Acción de Gracias pueda tener un poco de sentido.

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