domingo, 2 de noviembre de 2014

Esplendor académico





Juan Torres, en su artículo “Académicos desnortados” en Vozpópuli, señala que “los franceses reglamentan para organizar la vida en común mientras que los españoles reglamentamos para que parezca que estamos organizando. Se aprueban leyes, y muchas, pero luego no hay problema en que se incumplan deliberadamente. Qué digo, incumplirlas: anunciar en rueda de prensa que no se van a cumplir”. (…) Franco, tal y como era su costumbre, agasajó mucho a la RAE y la llenó de infames académicos afines, pero no les dio un duro. Cuando llegó la democracia campaban en la penuria y los gobiernos de UCD no estaban como para pararse en menudencias. Alfonso Guerra, que hubiera dado los dos brazos por ser académico, les ofreció, siendo vicetodo del gobierno, cubrirlos de oro si aceptaban que la elección de los académicos se hiciera en el Parlamento”. (…) “Se han inventado eso de las academias iberoamericanas para poder viajar más, editar más diccionarios y sacar algunas perras más a los contribuyentes…”. (…) “Y entretanto, venden diccionarios –editados, cómo no, por Planeta- como si fueran libros de autoayuda, no porque a nadie le importe lo que digan, sino porque aportan caché”. El artículo de Torres es demoledor. Ahora la RAE acaba de reflejar en su edición número 23 alrededor de 5.000 palabras nuevas, entre ellas la de amigovio, via, que es una fusión entre amigo y novio [m. y f.coloq. Arg., Méx.,Par., Ur.] y lo señala en su acepción como “persona que mantiene con otra una relación de menor compromiso formal que un noviazgo”. Y los académicos justifican tal acepción señalando que es voz extendida en el uso en varios países de América Latina. Con tales aportaciones idiomáticas que publica Espasa en el nuevo Diccionario y que ya está en los escaparates de las principales librerías, ya se dispone de 93.111 entradas, frente a las 88.431 de la edición de 2001; entre ellas,  wifi, chupi, homoparental, ponchera, miguelito, limpiavidrios, pipichulo, ziper, soponcio, ñero, chimbo… Ah, ¿qué no saben ustedes qué es miguelito? Pues nada, se lo digo: “artefacto con clavos grandes y retorcidos que se utiliza para pinchar neumáticos”. ¡Joer, lo que saben estos académicos! Nada, que tiene razón Juan Torres. En esta nueva edición se aporta caché. Dices uno de esos términos en la barra del bar, con pelo engominado a lo pijo,  gafas encima de la frente, buen chorro de colonia “Álvarez Gómez” sobre el pecho depilado, copa de gin-tónic en mano, y triunfas, ya lo creo que triunfas… Te salen amigovias a tutiplén, o sea.

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