jueves, 27 de noviembre de 2014

Instalados en la decadencia




Comienza la guerra. Si un lector de dentro de cincuenta años echase mano de las hemerotecas descubriría que en este país, cincuenta años atrás, pasaba algo muy gordo. Veamos. Libertad digital: “Rosa Díez acorrala a Rajoy”; “El País [diario] no se conforma con Ana Mato: pide la cabeza de Rajoy y elecciones ya”;  y Casimiro García Abadillo, en un desayuno organizado por Nueva Economía Fórum: “O se cambia esta legislatura [la Constitución], o Podemos traerá la tercera República”; Vozpópuli: Rajoy, “España no está corrompida”; Letizia: “Los grandes cambios comienzan por algo pequeño”; ABC: “Rajoy a Sánchez: Su voluntad contra la corrupción acaba en Despeñaperros”; Ángel Expósito, refiriéndose a Mato: “Quizás nunca tuvo que ser ministra”; El País: “Los detenidos por pederastia en Granada evitan entrar en la cárcel”; el Papa releva al arzobispo de Zaragoza por esconder un acoso; La Vanguardia: “La familia Koplowitz pierde el control de FCC”; Monago pone a la venta su residencia oficial de presidente”; “la FIFA investiga a Villar”; Tarragona matiza que no multará los ‘souvenirs’ de sevillanas y toros en los expositores”; Cinco Días:  “Los españoles retiran 15.000 millones de los depósitos”; “Deflación: el IPC agudiza su caída al -0’4% en noviembre”. Todo se resume a algo que cuenta Manuel Muela: Hemos caído tan bajo que lo imposible ha dejado de serlo y las ensoñaciones o fantasmagorías se van aceptando con la mayor naturalidad por amplios segmentos de la población”. Estamos instalados en la decadencia. España pare una película de Visconti. El final del bipartidismo parece algo seguro. Rajoy semeja a Dirk Bogarde en “Muerte en Venecia”. Aquí, el protagonista (Gustav von Aschenbach) de la novela de Thomas Mann no se fija en Tadzio, el adolescente polaco, sino en los pasos que da Merkel y sale maquillado a la playa (o sea, por Europa) para morir en una silla de anea mientras el tinte de su pelo se desploma por su cuello.

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