lunes, 17 de noviembre de 2014

Por la puerta grande




Lo sucedido en Valpalmas, municipio de Las Cinco Villas, no pasa de ser una anécdota producto de un despiste. No es normal que un automóvil con el conductor a los mandos rompa la puerta del bar y llegue hasta el mostrador.  Quienes estuviesen dentro jugando al guiñote le mirarían con asombro y los que estuviesen tomando una caña de cerveza en la barra se apartarían un poco para hacer sitio. De ninguna de las maneras aquel utilitario era el caballo blanco de Pavía ni el bar era el Hemiciclo del Congreso de los Diputados. El conductor dijo en su descargo que  puso el coche en marcha para conectar el encendedor y que poco a poco fue avanzando sin que se diese cuenta. Dice que no sabe más. Hombre, peor hubiera sido que se lanzase con la directa por el barranco de Barluenga, o que se hubiese despeñado desde el santuario de la Virgen de Monlora. En Valpalmas vivió el joven Santiago Ramón y Cajal con sus padres entre los años 1856-60. Si esas cosas hubiesen sucedido en Inglaterra, los clientes del bar, por aquello de la flema anglosajona, no se habrían asombrado de que un coche rompiese la puerta y entrase como elefante en cacharrería hasta la barra, sino que los clientes se habrían pasmado por haber visto entrar al cliente con el cigarrillo entre los labios en un local donde no está permitido fumar. Posiblemente la Guardia Civil hasta le haya hecho soplar por ver si llevaba alcohol en sangre. Lo de Pavía fue distinto. Aquella fue una historia chusca. Un golpista ecuestre no es normal que entre dando voces en el Congreso contra el cantonismo revolucionario y menos aún en fría madrugada, como aconteció aquel 3 de enero de 1874. Bueno, la realidad fue que no existió tal caballo. Curiosamente, otro 3 de enero, 21 años después, Pavía almorzó con Cánovas y aquella misma noche el militar falleció de forma repentina. Un criado lo encontró tirado en el suelo de su dormitorio a la mañana siguiente. Claro, el ciudadano que se empotró en el bar de Valpalmas ni se llamaba Manuel Pavía y Rodríguez de Alburquerque ni siquiera era gaditano de nación. En la escueta nota de prensa no pone ni sus iniciales, aunque con una población de 165 habitantes no sería difícultoso averiguar si el conductor es de Valpalmas, de Puendeluna, de Luna o de Piedratajada, que son los municipios colindantes. O pudiese ser de algún otro sitio y  pasara por allí en calidad de viajante, tuviese sed y no encontrara aparcamiento, de la misma manera que otros no encuentran árbol para ahorcarse.

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