domingo, 16 de noviembre de 2014

Un extravagante país





Está bien que España se acuerde de Blas de Lezo y que Madrid le dedique una estatua en su memoria. Tarde, aunque mejor que nunca. Lo que no acabo de comprender es el protagonismo de Juan Carlos de Borbón, al que le gustan los uniformes castrenses más que a un tonto un pirulí, presidiendo un acto municipal y recibiendo honores militares de jefe del Estado. A nadie se le escapa que las duplicidades en la Administración son evidentes en este país, donde no pasa día sin que “florezca” un nuevo despacho para que alguien, no importa de quien se trate, parezca que hace lo que otros ya hacen, o parece que hacen. Pero en la Jefatura del Estado, se me antoja un dislate pintoresco que el rey emérito, por llamarle de alguna manera al rey que abdicó, se vista al dos por tres de uniforme de capitán general y presida actos locales que por su naturaleza correspondería ejercer a la alcaldesa Botella. Pero la prensa, tan feudataria como siempre, comenta hoy, por ayer, que “el monarca ha sido recibido con honores por parte de una compañía mixta integrada por dos secciones de Infantería de Marina y una de Marinería”. Que yo sepa, monarca, además de ser el nombre de una bella mariposa, es el soberano de un Estado. Personalmente entiendo que la prensa debería manejarse con propiedad de estilo en su modo de redactar crónicas. Hasta el “Libro de estilo” de ABC (Ariel, 1993), que es el sursum corda de subordinación hacia todo aquello que representa la institución monárquica, señala en su página 115: “El monarca,  o soberano de un Estado es únicamente el Rey. Por tanto, es incorrecto hablar de “los monarcas” para referirse conjuntamente al Rey y a la Reina. Cuando es una Reina la que ocupa el trono (caso de Gran Bretaña) escríbase la Soberana”. De acuerdo que Juan Carlos es rey emérito pero no reina y aplicarle tal acepción académicas sin merecerla puede dar lugar a confusiones entre los ciudadanos demócratas. Este es un país paradójico, donde al rey que no reina se le sigue llamando rey y a los expresidentes del Gobierno, que ya no gobiernan, se les sigue denominando presidentes, de acuerdo con el Real Decreto 2102/1983, de 4 de agosto, donde en su texto (disposición 1ª, artículo 2º) se señala que “Los Ex Presidentes del Gobierno gozarán del tratamiento de ‘Presidente’ y ocuparán el lugar protocolario que oficialmente les corresponda conforme al Ordenamiento General de Precedencias en el Estado”. No cabe duda que un médico jubilado seguirá siendo médico tras su jubilación. Y lo será de por vida. Pero un funcionario, cuando deja de ejercer su función, se convierte en un cesante. Por consiguiente, un rey cuando abdica, deja de ser rey y lo normal en esos casos es que abandone su residencia palaciega; un presidente, cuando le derrotan en las urnas, se marcha a casa a escribir sus memorias, se dedica a dar conferencias o utiliza la puerta giratoria; y el Papa, cuando coloca sobre una estantería la llave de san Pedro y deja abierta la puerta de acceso al cónclave, también renuncia como obispo de Roma. Es lo que hay, o sea.

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