viernes, 5 de diciembre de 2014

Diferencias




Ayer, sin tener mejor cosa que hacer, estuve releyendo a Luis Araquistain. En un apartado de su libro “Sobre la guerra civil y en la emigración” (Austral, 1983), hace referencia a la personalidad de Francisco Largo Caballero, y páginas más adelante (p. 220) Araquistain señala algo que me ha hecho reflexionar. Cuenta el que fuese mejor articulista que político (escribió en El Sol, dirigió la revista España y durante su exilio pudo sobrevivir en Londres gracias a los diversos artículos que enviaba a diferentes medios) que “Negrín no toleraba a su lado más que a hombres insignificantes. En una ocasión, cuando Álvarez del Vayo volvió a ocupar la cartera de Negocios Extranjeros después de unos meses de apartamiento, como Azaña, que tenía una pobrísima idea de su inteligencia, preguntara a Negrín que por qué le había nombrado ministro, éste, cínico y cruel, contestó: ‘Es que no he encontrado otro más tonto que él’”. Por asociación de ideas, me vino a la cabeza José María Aznar y el día en el que teniendo que resolver la difícil “papeleta” de elegir sucesor entre tres posibles candidatos (Mayor Oreja, Rato y Rajoy) optó por poner su dedo índice sobre este último. El resultado final se le antojó como el “menos malo” de la terna aunque no el más despierto. Pero los comicios de 2004, los de la VIII Legislatura, dieron el triunfo (a última hora y como consecuencia de las mentiras del Gobierno en funciones sobre los tristes sucesos en los trenes del Corredor del Henares) a Rodríguez Zapatero. Y los de 2008, también. Finalmente, Rajoy se convertía en presidente del Gobierno tras los resultados del 20 de diciembre de 2011, donde el PP obtuvo mayoría absoluta en ambas Cámaras. Pero su triunfo, a mi entender, no se debió a su carisma sino a unas promesas que encandilaron al electorado en momentos de crisis económica, colapso del sector financiero, paro galopante y debacle del sector inmobiliario. Promesas que fueron incumplidas en su totalidad: aumentaron los lanzamientos judiciales, creció el paro y el rescate financiero de las entidades bancarias (sólo Bankia más de 24.300 millones) con dinero del FROB que nunca devolverán, supusieron aumentos de impuestos directos e indirectos y recortes importantes en servicios sociales, sanidad y educación. Álvarez del Vayo, pese a lo dicho en su día por Negrín, fue un intelectual (y así lo reconoció el periodista, traductor, historiador y doctor en Derecho hispano-argentino Horacio Vázquez-Rial) antes que un revolucionario, que fundó dos editoriales: Editorial España y Editorial Madrid, esta segunda editorial ayudado por  Negrín y Araquistain. En la República fue diputado, embajador en México y, ya en la Guerra, comisario general del Ejército y dos veces ministro de Estado. Vázquez-Rial contaba: “Yo tenía 22 años y estaba en París cuando mi amigo  Robert Dreyfus me lo señaló en la terraza de un café. “Ése es Álvarez del Vayo”. (…) “Algo menos de dos años después de que yo lo viera en aquella terraza de París, en enero de 1971 y en la misma ciudad, en un piso propiedad de un íntimo amigo de Álvarez del Vayo, Arthur Miller  el político se reunió con los del PCE (m-l) y acordó con ellos los puntos programáticos de lo que sería, dos años más tarde, el FRAP. El 24 de septiembre de 1973 se celebró en la capital francesa la Conferencia Nacional de dicha organización, en la que se eligió presidente a Álvarez del Vayo”. (…) “El FRAP tuvo una vertiente pública y otra clandestina. En la pública destacó la Unión Popular de Artistas (UPA), a la que se sumaron desde Alfonso Sastre hasta Patxi Andión, pasando por alguien tan inesperado como la actriz Amparo Muñoz, y que dio lugar, entre otras cosas, a la revista Viento del Pueblo. En el lado clandestino militaba otra gente. Recordamos a Xosé Humberto Baena Alonso, José Luis Sánchez Bravo y Ramón García Sanz porque, tras ser sometidos a un consejo de guerra, junto a los miembros de ETA Juan Paredes Manot y Ángel Otaegui, fueron fusilados (los cinco) el 27 de septiembre de 1975, menos de dos meses antes de la muerte de Franco y casi seis después de la de Álvarez del Vayo”. ¿Reconocería dentro de cinco años alguien en París a Mariano Rajoy, en el supuesto de estar sentado éste en un velador del Café de Flore? Para mí que no. Sin tratar de ser cínico ni cruel, esa es la diferencia.

No hay comentarios: