viernes, 16 de enero de 2015

Bergoglio patina




Jorge Mario Bergoglio, más conocido como el papa Francisco, ha hecho unas desafortunadas declaraciones con respecto al delicado tema yihadista que no termino de asimilar. Dice que “si insulta a mi madre puede esperar un puñetazo”. ¿Quiere decir Bergoglio que los sucesos de París están “justificados” por lo publicado en la revista satírica Charlie Hebdo? ¿Acaso encuentra justificable Bergoglio la ley del talión? Aquella lex talionis hacía referencia a una pena equivalente, la de ojo por ojo, como se cuenta en  Éxodo 21:23-25, en Levítico 24:18-20 y en Deuteronomio 19:21, principio que seguiría vigente en el judaísmo hasta la época talmúdica como la práctica de una venganza en absoluta reciprocidad. Y así se expresa, también, en el Código de Hammurabi 1.700 años antes del nacimiento de Cristo. Dicha práctica también fue de nula aplicación por el Cristianismo tras el Sermón del Monte de Jesús de Nazaret, según aparece en Mateo 5:38-39. Sólo en los países musulmanes, anclados todavía en la Edad Media en muchos usos y costumbres, se aplican leyes parecidas. Y dicho eso, queda claro que Bergoglio no está dispuesto a poner la otra mejilla. En España también se mató en nombre de Dios, y mucho, cosa que debería avergonzarnos, hasta bien entrado el siglo XX. Pero no está en mi deseo abrir ahora heridas todavía mal cicatrizadas ni volver a la carga con el recuerdo de la “cruzada de liberación”. Todavía quedan demasiados cadáveres en las cunetas, excesivas cruces arrastradas por los huérfanos y muchas páginas tergiversadas sobre nuestra historia reciente. El Papa puede expresar lo que le venga en gana, pero debe tener cuidado con lo que cuenta. Una cosa es mentar a la madre y otra, muy distinta, asesinar vilmente a unos periodistas por ejercer su libertad de expresión. Hermann Tertsch escribe en el diario ABC:Cuidado con legitimar la represalia del ofendido. Porque los ofendidos son insaciables”. Más tacto, Bergoglio, más tacto. Ya sabemos que madre no hay más que una y que a ti te encontré en la calle, es decir, en el balcón pontificio tras el último cónclave. Pero hay cosas que sólo quedaban justificadas en boca de Pepe Pinto.

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