domingo, 22 de febrero de 2015

La espía Segura




Las academias en Zaragoza no deben pasar por su mejor momento. Prueba de ello es que, según comenta un periódico local, “acusan de competencia desleal, intrusismo y evasión de impuestos a quienes imparten clases particulares a domicilio” y, según los cálculos de no sabemos qué lumbrera, se mueven por tales conceptos en la Comunidad alrededor de 1.400.000 euros mensuales, cifra a todas luces  exagerada. Vamos a ver, si yo sé tocar la gaita gallega y el vecino de arriba está interesado en aprender a interpretar muñeiras, con mucho gusto le enseño. La muñeira, o molinera, era costumbre bailarla en los molinos para hacer más llevadera la molienda. Y a veces se acompañaba de pandereta. Pues bien,  parece un sinsentido que el dueño de una academia pegue la oreja en la puerta de mi casa por ver si la muñeira es de Chantada, de Rábade o de Betanzos, o si cobro honorarios por dar clases. En este sentido, Felicidad Segura Villalta, vicepresidenta de  de CECAP y responsable del área de intrusismo ha declarado que “cuando encontramos algún anuncio que puede incurrir en un caso de competencia desleal que no paga a Hacienda se lo notificamos tanto al Ayuntamiento, para que proceda a retirarlo, como al servicio de inspección para que tome las medidas oportunas”. A la señora Segura habría que decirle que el intrusismo está presente en todos los gremios y actividades; que las academias, por regla general, explotan a su antojo y pagan muy mal a los docentes contratados; y, además, que muchos estudiantes pueden hacer frente a la abultada matrícula, a estudiar su carrera y a poder malvivir en una modesta habitación con derecho a cocina gracias al esfuerzo de poder dar alguna clase particular para ayudarse. ¿Por qué esa señora no se dedica, por ejemplo, a hacer estimaciones sobre lo que perciben determinados jueces, fiscales y secretarios judiciales por aleccionar a opositores a judicaturas en sus domicilios? ¿Y qué me dice de las clases extraescolares de los profesores de jota aragonesa?  Ya se sabe que internet está lleno de espacios donde alguien se ofrece como profesor a domicilio. También, los anuncios por palabras en la prensa de papel. A Felicidad Segura, que más que asegurar la felicidad se dedica a jeringar al prójimo, habría que agradecerle el gran servicio que presta al ministro Montoro. Le sugeriría que pusiera el mismo empeño en controlar las casas de citas, que hiciese un seguimiento exhaustivo sobre adónde va a parar el montante de los cepillos de las parroquias, etcétera. Ser responsable del área de intrusismo de las academias de enseñanza, como un golpe de ataúd en tierra, es algo perfectamente serio.  Por todos es sabido que la crisis reduce la demanda de autoescuelas y academias privadas en nuestro país. El 3 de septiembre de 2012, Felicidad Segura se permitió ironizar en El Periódico de Aragón: “Con todos mis respetos, por muy nativo que sea, un camarero nunca enseñará Gramática como un profesor titulado”. Hombre, no sé si el camarero será consciente de que una oración tiene autonomía sintáctica, semántica y entonativa, pero cuando el cliente de terraza le pide un gin-tónic, esa bebida que hace quince años sólo consumían señores mayores, periodistas y alcohólicos, el camarero entiende a la perfección lo que el cliente desea tomar. Y cuando el camarero se acerca a la barra bandeja en mano y grita: “una de culibrí”, con una entonación que marca sus límites, el barman sabe qué combinación debe preparar.

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