lunes, 2 de marzo de 2015

Amantes (II)




Pues bien, Manuel Blasco, alcalde de Teruel¸ afirmó en la prensa local que “el Ayuntamiento continuará apostando por la promoción de Teruel como Ciudad del Amor, que tan buenos resultados está dando”. Se refería, sin duda, a los espectáculos celebrados días pasados donde casi todos los turolenses hicieron de figurantes de época, las calles se llenaron de turistas, los hoteles, hostales y restaurantes permanecieron a plena ocupación, abundaron los saltimbanquis, los pitos y las flautas, montaron sus tenderetes chamarileros y vendedores ambulantes, se entregaron las Medallas de los Amantes a determinados ciudadanos distinguidos, también a Pronovias, y tuvo lugar el I Mercado de la Trufa en la plaza del Torico. Y, como no podía ser menos, el Mausoleo de Juan de Ávalos recibió más de 2.600 visitantes. Entiendo que no está mal que una ciudad, en este caso Teruel, se haya puesto de moda  aunque sólo sea por unos días y haya dado sus esperados frutos el eslogan turístico “Teruel existe”, si bien no haya una sola franquicias de burger y vergonzosamente sigue siendo la única capital de provincias que no dispone de línea de ferrocarril directa con Madrid.  Pero con las fiestas populares sucede como con los terremotos: hay réplicas. Sin ir más lejos, la leyenda turolense de los Amantes se intenta plasmar, aunque de otro estilo, en el barrio zaragozano de Arrabal. La Asociación de Vecinos que preside Tejedor y que no sabemos muy bien a quién representa (considerando el exiguo número de vecinos asociados), pretende, mediante un acto de adanismo paleto, llevar a cabo cada año una recreación “histórica” basada en una supuesta patraña de amor que tuvo lugar junto al Ebro. En este caso, los protagonistas son dos personajes, Pilar y Gregorio, que según una leyenda que personalmente jamás había escuchado, se enamoraron en el Arrabal a finales del siglo XIX. Ambos provenían de familias de agricultores enfrentadas que no aprobaban ese noviazgo. Y esos enamorados, en plena catarsis, decidieron un día unir sus manos con un cachirulo en el Puente de Piedra y lanzarse unidos a lo más hondo del Pozo de San Lázaro para morir ahogados. Y la primera prueba se hizo con un performance el pasado 14 de febrero junto al Centro de Interpretación de San Lázaro, donde los miembros la compañía de teatro Los Navegantes interpretaron una adaptación de “La Morica de Daroca”. Según Alejandro Regueiro y Coral González, autores del libro de relatos “De gatos a gatas” (donde está incluida esa leyenda) tuvieron que adornar mucho el cuento con invenciones sobre la marcha porque la tradición oral había dejado muy pocos datos sobre la vida y milagros de esos suicidas.

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