miércoles, 11 de marzo de 2015

El puñerero teléfono




Yo tenía entendido que el teléfono modelo “heraldo” que tengo en mi minúscula mesa de escribir, donde sólo cabe una pantalla y un teclado, y que es de esos que disponen de un disco para marcar, así como el teléfono móvil que me regalaron por un día de mi santo hace ya unos años, servían para lo que sirven los teléfonos; es decir, para hablar por teléfono con o sin alambres. Pero parece ser que no es así, que ya no dices “aló” y que cuando alguien pretende conectar contigo y te llama por tu nombre no le respondes con  aquello de “al aparato”, como cuentan que respondió el entonces coronel Moscardó al comandante Cartón durante el asedio en el Alcázar de Toledo. Voy más lejos. Hoy, aunque al interlocutor no le conozcas de nada, siempre te tutea como si le conocerás de toda la vida y resulta que alguien te está hablando con acento criollo, en un vano intento por venderte algo de dudosa utilidad, desde Marruecos o desde la República Dominicana. Por otro lado, vas por la calle y muchas veces tienes que alargar el brazo, como si fueras un camisa vieja, para evitar que un peatón se te eche encima por  ir zombi mirando no sabemos qué en una mínima pantalla. He visto tipos que se pasan en rojo un semáforo, que los coches le avisan con el claxon para llamar su atención y que si quieres arroz, Catalina, ellos ni se inmutan. El otro día, sin ir más lejos, estuve a punto de terminar con una amistad que dura años por el hecho de que ese amigo se rió de mi teléfono celular, como dicen los sudamericanos. Sí, soy consciente de que mi teléfono es  obsoleto,  que es de esos aparatos estrechos en los que hay que levantar una tapita. Pero eso no quiere decir que con ese teléfono no pueda hablar con los bomberos, con la policía, con la vecina del 3-4-8, segundo piso ascensor y con la Agencia Tributaria, por ver si me piensan devolver algo en mi última declaración de la Renta. Siempre me dice una señorita al otro lado de la línea que no, pero yo insisto por si las moscas. Los nuevos teléfonos están esclavizando a la gente, y de qué manera.
--Ya te mandaré un wuasap con las fotos de la primera comunión de mi ahijada. Parece un ángel.
--Verás, es que yo…
Si no tienes wuasap no eres nadie. Antes te decían que si no entendías de ordenadores eras un analfabeto funcional. Después, que si no sabías inglés no ibas a encontrar un trabajo de fuste. Ahora, si no tienes wuasap date por follado. Es el signo de los tiempos. Por eso, yo no suelo sacar mi teléfono móvil cuando voy de paseo, no vaya a ser que alguien me llame y que, cuando levante la tapa, el ciudadano que siga mis pasos en calidad de peatón se desternille de risa. No se puede tener un teléfono que sólo sirva para poder comunicarte. Aquel que te observa puede pensar que sigo anclado en el pasado. Y no trae cuenta.



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