jueves, 12 de marzo de 2015

"¡Jodo!"





Lo de Wert me recuerda el viejo chiste de “¡jodo!”. Había un hombre que caminaba por la acera diciendo constantemente la palabra “¡jodo!”. En un momento determinado, alguien se le acercó y le preguntó sobre el porqué de la necesidad que éste sentía para decir en voz alta constantemente la referida palabra malsonante. Y aquel hombre, le miró sin pestañear y le contestó resignado y serio: “Ya me contará usted qué diría si su hija se hubiese casado con un chino y hubiese tenido ayer un hijo bruno como el tizón". Y el hombre, tras escuchar sus palabras, le espetó: “¡jodo!”.  Pues bien, José Ignacio Wert acaba de decir ayer que  “la única competencia que tiene el Ejecutivo con respecto de esta materia (Religión), en virtud del artículo 6 de los acuerdos con la Santa Sede, es la de publicar esos currículos en el BOE y que los contenidos de la asignatura los decide la autoridad religiosa correspondiente”. ¡Ahí es nada! En este país todas las medidas adoptadas por del Gobierno entran en vigor desde el día siguiente de su publicación en esa Gaceta. Y dice Wert que esa es la única competencia del Gobierno. “¡Jodo!”. Estoy de acuerdo con el ministro sólo en una cosa: “que los tratados internacionales son leyes y las leyes están para cumplirlas”. Todo vino a cuento con una pregunta del diputado Mario Bedera, del PSOE, sobre “si cree razonable (el ministro) que el adoctrinamiento religioso sea evaluable en sistema educativo”. Bedera, en su posterior réplica, confrontó  el contenido del currículum de este curso con el de 2007, siendo ministra Mercedes Cabrera, al referirse a que en este curso se va a evaluar a los alumnos sobre la incapacidad de la persona para alcanzar por sí misma la felicidad o sobre reconocer y comprender el origen divino del cosmos, mientras que en aquel año se hablaba de las respuestas a las grandes preguntas del ser humano en el Judaísmo, el Islamismo y Cristianismo, y de relacionar las grandes religiones vigentes descubriendo sus principales semejanzas y diferencias. Evidentemente no se da el mismo tratamiento a la asignatura ahora que entonces. En aquellos tiempos se pretendía intentar dar respuestas, como digo, a grandes preguntas. Lo de ahora, en cambio, como señaló el diputado Bedera, “la llegada del dogma al BOE no es casual, porque se ha permitido todo esto con sus modificaciones de la Lomce, haciendo que la religión sea evaluable, que vaya a contar en la media y que tenga una asignatura espejo, valores cívicos, que sitúan al mismo nivel la doctrina científica y la moral”. La causa de la causa es causa de la causa misma. Decía Einstein que “si quieres resultados distintos, no hagas lo mismo”. Para que los tratados internacionales dejen de ser leyes y pierdan su efecto (no hay causa sin efecto ni efecto sin causa) será necesario que se reúnan ambos Estados, en este caso el Reino de España y el Estado de la Ciudad del Vaticano, y echen abajo mediante firma un rancio Concordato que data de 1979 entre el entonces llamado Estado español (como se definía en tiempos de Franco) y la Santa Sede sobre asuntos jurídicos; sobre enseñanza y asuntos culturales; sobre la asistencia religiosa a las FAS y el servicio militar de clérigos y religiosos; sobre asuntos económicos y el protocolo final; así como los anexos I al IV; y el protocolo adicional, firmados en doble original en la Ciudad del Vaticano el 3 de enero de 1979 entre Marcelino Oreja Aguirre y el cardenal Villot. Será la única manera posible de que los ciudadanos que mantenemos con nuestros impuestos a quiénes intentan vender el Cielo en parcelas podamos decir: “¡jodo, les ha costado…!”.

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