sábado, 25 de abril de 2015

Paladares a la italiana





Leo en el diario ABC que “crece en Italia el fenómeno de dar de cenar a desconocidos en el propio domicilio, a la manera de los paladares cubanos. El precio medio: 25 euros”. Hombre, es una buena idea siempre que el precio merezca el menú. En España lo tenemos más difícil. En mi juventud, no sé ahora, existían las casas particulares que admitían personas a pupilaje. Se llamaba vivir en patrona. Un amigo me contó en cierta ocasión que en aquellas casas sólo se podía permanecer, como mucho, 15 días. Pasado ese tiempo se relajaba la atención hacia el huésped y ya no traía cuenta. Otra modalidad era, y lo sigue siendo, el alquiler de una habitación con derecho a cocina. Pero el tema de trasladar los paladares al estilo cubano a España es asunto delicado. Sucede que en Cuba hay unos restaurantes controlados por el gobierno y otros que son comercios privados. Nacieron a fines de los años 90 y ayudan mucho a que las familias puedan hacerse con algo de dinero europeo en tiempos tan difíciles para esa isla. Conviene aclarar que en Cuba existen en circulación dos monedas de curso legal: los pesos (moneda nacional) y los CUC (pesos convertibles). El dólar estadounidense no es aceptado en la isla. Sí el euro, pero su cambio fluctúa casi todos los días; aunque prácticamente un euro equivale a un peso convertible y éste a  24 pesos cubanos. Para los cubanos, un euro es equiparable a lo que antes era un dólar estadounidense, pero han ganado en el cambio ya que es fácil adivinar que la moneda europea se cotiza más que el dólar en los mercados internacionales. Pero a lo que iba, moreno. En este país, el fenómeno de dar de comer a desconocidos en casa no sé si resultaría práctico. Se compran muchos libros de cocina pero sólo sirven para llenar estanterías. El 27% de la población está en riesgo de pobreza, es decir, uno de cada cuatro ciudadanos, según la tasa Arope (at risk of poverty and/or exclusion) que es el indicador europeo que mide la población en desamparo en una sociedad. Y muchos de esos ciudadanos se han olvidado del sabor de un filete de ternera, de poner un mantel en condiciones  o de hacer una comida de fuste. Por eso digo que lo tenemos chungo en ese I+D+i de andar por casa. Se comen muchos macarrones pero nunca se gratinan por el coste del horno. Se abusa de infames bocadillos, que se devoran frente a una televisión que explica cómo ha sido el retorno a Sálvame de Belén Esteban, o tomando todos algo de una fuente en medio de la mesa con un brazo caído y con el otro metiendo cuchara y paso atrás. Y así no hay manera.

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