domingo, 17 de mayo de 2015

Despedidas de andén





Ignacio Elguero acaba de publicar un libro, Cosas que ya no decimos, no hacemos, no existen (Planeta), bastante curioso. En efecto, como el autor señala hay cosas que “pasaron a la historia”, pero no todas: “comprar tebeos, hervir leche en un cazo, las cartas de amor con sobre y sello, las hombreras o esperar dos horas para hacer la digestión…”. Y entre ellas, dar cuerda al reloj de pulsera. A Ignacio Elguero, con todos los respetos, le diría que demasiada gente ha fallecido por bañarse sin haber hecho la digestión;  que todavía quedan ciudadanos, yo entre ellos, que cada día dan cuerda a ese reloj que si se cae al suelo se le rompe el eje volante; y que aún compra sellos de correos, no sólo para enviar cartas de amor sino también para otras diligencias. Y cuando digo cartas de amor, me refiero a cartas al más puro estilo de Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso. En efecto: ya no envolvemos bocadillos en papel de periódico ni fumamos cigarrillos de la marca  bisonte ni se hace servicio militar obligatorio ni se usan los teléfonos de rueda. Bueno, y qué. El libro de Elguero está dividido en tres apartados: “cosas que no hacemos”, “cosas que ya no existen” y “cosas que no decimos”. Ya sé que no se estila hacer el amor en un Simca 1000, como cantaban Los Inhumanos, pinchar un disco de vinilo con la voz de Adamo,  llamar al sereno para que abra la puerta a altas horas de la noche,  que te pongas para cenar jazmines en el ojal o ser un señor de aquellos que vieron mis abuelos. A Ignacio Elguero se le ha olvidado escribir que ya tampoco nos reímos contando chistes de Franco. Pero también será bueno recordar por higiene democrática que aquí, los mismos tipos que contaban chistes de ese golpista y caudillo de España por la gracia de Dios, hicieron cola durante dos días por ver el fiambre en el Salón de Columnas del Palacio de Oriente. Sí, reconozco que todo es distinto aunque no siempre para bien. Pongo un ejemplo contado por El Gran Wyomyng en la revista Jot Down y publicado por Fernando Olalquiaga. Protagonista Hermann Tertsch: “A este hombre le dan una hostia en un after a las seis de la mañana porque, muy borracho, le toca las tetas a una tía que iba con su novio. Pues de eso hacen toda una historia sobre la libertad de expresión. Y nada menos que la presidenta de la Comunidad de Madrid dice que esta es la España de Zapatero, que envía sicarios para acabar con los periodistas críticos. En Onda Cero dicen de mí [de José Miguel Monzón] que yo soy el que señala y otros los que ejecutan, y que en realidad lo que a mí me gustaría es darles el paseo”. En resumidas cuentas, es mejor no volver la cara en las despedidas de andén. Quien sube a un tren no sabe si va a salir vivo. Si les digo la verdad, nunca he visto gente tan resignada y silenciosa como ahora. Los ves en los vagones del Metro laxos, abatidos y con semblantes como de volver tras sepultar a su padre. Pero, pese a ello, siguen votando a la derechona más rancia y confiando en las frases-pilla de Mariano Rajoy, conscientes de su acendrado masoquismo y tal vez autoconvencidos de que ellos, inicuos hasta la grosería y militantes de esa famélica legión donde siguen siendo menesterosos pese a tener trabajo, no tienen redención posible.

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