sábado, 30 de mayo de 2015

Elogio del reciclaje




Un viejo conocido mío, Dióscoro Senantes Bofarull, buscador de cartones en los cubos de basura, echa chispas desde que al Ayuntamiento de Zaragoza se le ocurriera la infeliz idea de instalar contenedores en las aceras para reciclar papel. No sabe de qué forma podrá a partir de ahora ganarse la vida.
--Pero hombre, Dióscoro, si usted ya está jubilado y cobra pensión de la Seguridad Social…
--Bueno, ¡y qué!
--No, nada.
--¡Ah!
En cierta ocasión, unos vecinos que se mudaban de casa tiraron a la papelera un manual titulado “La pequeña industria  al alcance de todos”, de José Poch Noguer, Casa editorial Bailly-Bailliere. Madrid, 1913. Se trataba de una colección de reglas prácticas para la obtención de multitud de sustancias sin previos conocimientos químicos y sin emplear aparatos especiales ni complicados. Y Dióscoro se lo llevó a casa y lo estudió detenidamente. De esa guisa supo cómo conseguir preparados para abrillantar metales a fuer de mezclar en determinadas proporciones sebo en flor, creta en polvo, horchata espesa de almendras y tripoli, todo ello aromatizado con esencia de mirbano; jarabería, tinturas e infusiones de ámbar quebrantado, benjuí en lágrimas y lirios de Florencia; jabones diversos, disecación de animales y otros muchos ingenios de harta complicación para cualquier cristiano. En otra ocasión, Dióscoro encontró una tarjeta de visita que rezaba: Longinos Garicano. Técnico auxiliar de Física. Análisis químicos  cuantitativos sin descomponer la materia. Apartado de Correos, 124. Palencia. Y también se la guardó. Dióscoro es un hombre convencido de que hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad, si bien reconoce que el hecho de poder asistir de oyente a las llamadas cátedras de la Tercera Edad no le trae cuenta.

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