domingo, 21 de junio de 2015

Esa chusma de la Castuza...





La chusma de la Castuza, como define Antonio Burgos a Podemos, ha sustituido en el Ayuntamiento de Cádiz el retrato de Juan Carlos I existente en el despacho de Teófila Martínez, por el de Fermín Salvochea, gaditano ilustre. Sobre ese asunto ya comenté el pasado viernes lo que creí oportuno en mi blog. Pues bien, Burgos, en su artículo de hoy en el diario ABC (“Con Iglesias hemos topado”) continua echando leña al fuego sobre esa “chusma de la Castuza” que gobierna los ayuntamientos de Madrid, Barcelona, Santiago de Compostela, La Coruña, Cádiz, Zaragoza; o sea, seis pueblecillos escondidos entre montañas que apenas constan en los mapas de carreteras de Repsol. Sobre el reciente viaje de Iglesias a Cádiz escribe Burgos: “A pie de obra, y qué obra, de José María González, ya Kichi para la Historia, Pablo Iglesias ha podido comprobar que se había quitado la inmensa Bandera de España, de todos, y que en la balconada del Ayuntamiento en la Plaza de San Juan de Dios (nos coja confesados) habían colocado una antigualla histórico-artística muy apropiada: la enseña tricolor que llaman "republicana", pero que no lo fue de la I República rojigualda de Salvochea y Pi Margall, sino de la II República, de Casas Viejas y de los tiros a la barriga, sin ir más lejos. Pudo comprobar también Iglesias que en el despacho de la Alcaldía han quitado el retrato de Don Juan Carlos y puesto el de Fermín Salvochea, mitológico apóstol de los pobres inventado por los anarquistas y que tuvo su evangelista en el tristemente famoso Doctor Vallina. ¿Quién era ese tal Juan Carlos para estar retratado en el despacho de Kichi? Nadie: un chufla, que nos trajo las libertades y la democracia, inventos malignos de la burguesía y la Banca, y que encima firmó la Constitución de 1978 renunciando a todos sus poderes y estableciendo el sistema de partidos, en vez de poner a Podemos como Partido único, que es lo que tenía que haber hecho y dejarse de cuentos”. Veamos: el “tristemente famoso doctor Vallina”, como dice Burgos, creó gracias a la suscripción popular abierta por el periódico El Noticiero Sevillano, en 1923, el Sanatorio Antituberculoso "Vida" muy cerca de Cantillana, el pueblo de la familia de su madre, donde se fue a vivir para atender gratuitamente a los enfermos que no tenían medios económicos. Un sanatorio que quedó sin terminar al ser desterrado por Primo de Rivera y saqueado en 1936. Participó activamente en defensa de la República y organizó la resistencia en diversos pueblos, como miliciano, como médico y como soldado. Marchó a Méjico y sirvió como médico a las comunidades indígenas hasta su muerte en Veracruz, en 1970. Fue interpretado por Manuel Morón en el film Una Pasión Singular (2002) de Antonio Gonzalo, que versa sobre la vida de Blas Infante, y sus  Mis memorias (publicadas por el Centro Andaluz del Libro - Libre Pensamiento, 470 pp. Sevilla 2000) inspiraron a Vicente Tortajada para hacer su novela Flor de cananas. Pedro Vallina, en fin, fue un destacado promotor del congreso pacifista que se opuso a la guerra entre pueblos europeos por causa de la incapacidad de sus gobernantes; analizó las causas sociales de las numerosas enfermedades, como la tuberculosis, que entonces se cobraban tantas vidas en Sevilla, encontrando una relación directa con el hacinamiento y falta de higiene en corrales y casas de vecinos, por lo que impulsó en 1919 una huelga de alquileres contra las deplorables y abusivas condiciones que imponían los propietarios y combatió las corridas de toros. Ese gran hombre fue para Antonio Burgos el “tristemente famoso doctor Vallina”. Por cierto, Burgos, Juan Carlos de Borbón no trajo las libertades y la democracia  a España. Llegaron de la mano de todos los españoles. Y ese rey, que tres años antes había jurado los Principios Fundamentales del Movimiento, rubricó la Constitución de 1978 por el imperativo de ser el Jefe del Estado; y, además, por su propia conveniencia para el futuro de la Monarquía. ¿Dónde está su mérito? La nueva Constitución matizaba la forma de Estado, evitándose el trance de una consulta popular previa sobre esa forma de Estado, como hubiera sido lo deseable a la salida de una siniestra dictadura. El humo del botafumeiro de Burgos dirigido hacia las imágenes de los Borbones, tanto vivos como muertos, no le deja ver la realidad. Este columnista sevillano, que sólo sabe recordar los sucesos de “Casas Viejas y los tiros a la barriga” (sin especificar por parte de quiénes), confunde los orzuelos con los defectos del paisaje.

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