jueves, 18 de junio de 2015

Plebeyez insufrible





Cuenta Luis María Anson hoy en el diario El Mundo que “a Don Felipe le emocionó su abuelo Juan III (sic) cuando, al abdicar los derechos históricos de la Corona, se cuadró ante su hijo Juan Carlos I y dijo: “Majestad, por España, todo por España”. A mí alguien con capacidad bastante debería explicarme de una forma que pudiera entender sin fisuras qué derechos históricos recaían en la persona de Juan de Borbón. El día que su padre Alfonso XIII tomó las de Villadiego, el exrey de España dejaba de estar en condiciones para nombrar sucesor a título de rey. Además de ello, lo único que Juan de Borbón hizo por España fue intentar combatir al lado de los rebeldes en la Guerra Civil sin éxito. Sería bueno que los españoles no perdiéramos la memoria. Tanto Alfonso XIII como su hijo Juan dieron su apoyo desde el exilio al golpe militar del 18 de julio de 1936. Y Juan de Borbón intentó, como decía antes, ser voluntario. De hecho, entró por Dancharinea, el único paso fronterizo abierto por los rebeldes. En Biarritz se les unieron el Fernando de Baviera y el conde de Mora, Juan Manuel Mesía del Barco. Transcribo parte de lo que cuenta en el capítulo "Juan López en Burgos" dentro del libro  "Momentos estelares de la Guerra de España" Carlos Rojas: “Llegados a Pamplona, visten al príncipe (sic) con un mono de mecánico (el obligado uniforme de los milicianos de ambos bandos) y le calan la boina roja carlista. Don Juan pregunta a sus colaboradores qué harán las autoridades militares cuando conozcan su regreso a España. Le contestan que lo echarán inmediatamente pero que habrá probado, frente al país, su compromiso entusiasta con la insurrección. Efectivamente cuando avisan al general Mola de la presencia de don Juan en Burgos con el nombre de Juan López y de su intención de unirse a una columna en Somosierra, Mola monta en cólera. Ordena que el príncipe (sic) abandone inmediatamente el país y ruge: "Díganle a esos imbéciles que han acompañado al príncipe que no les hice matar de milagro". Por añadidura promete que también "Juan López" será fusilado, con todos los honores correspondientes a su cargo, si reincide en el intento. (…) De nuevo intenta don Juan de Borbón ponerse a las ordenes de Franco. El 7 de diciembre de 1936 le escribe ofreciéndose como marinero en el crucero Baleares ‘pronto listo para hacerse a la mar’. Le recuerda a Franco que hizo estudios en la Escuela Naval Británica, navegó dos años en el crucero Enterprise y siguió un curso especial como artillero. Se despide con sus votos más fervientes para que "Dios le ayude en la noble empresa de salvar a España". (…) Franco le responde el 12 de enero del año siguiente. Agradece al príncipe de Asturias (sic) el intento de unirse a la lucha que "trasciende lo nacional y es parte de la defensa de la civilización cristiana de Occidente". Pero cree que el entusiasmo de unos y la obsequiosidad de otros impedirían a don Juan servir de forma adecuada en el [crucero] Baleares. Sin molestarse en exponer razones más convincentes, concluye "contra los dictados de mi corazón" por declinar la apreciadísima solicitud. (…) No obstante, en los años de la guerra don Juan confía plena y rendidamente en Franco. El príncipe vive entregado a consejeros tan reaccionarios como Francisco Bonmatí de Codecido (su primer biógrafo) quien lo lleva a estudiar con la mayor entrega el fascismo y el nazismo, movimientos que conducen a sus pueblos a "la felicidad, el bienestar, el progreso y la potencia" según semejante mentor. (…) El 25 de agosto de 1948 Franco y don Juan sostienen la primera de sus entrevistas en el yate Azor del generalísimo. El acuerdo más notorio salido de ese encuentro es la venida a España de los dos infantes, don Juan Carlos y don Alfonso a cursar estudios. (…) “Al día siguiente [de la muerte de Franco] don Juan Carlos juraba de nuevo los Principios del Movimiento Nacional ante las Cortes” y era proclamado Jefe del Estado a título de Rey “desde la emoción en el recuerdo de Franco”, como dijo aquel 22 de noviembre de 1975  Rodríguez de Valcárcel, entonces presidente de las Cortes. Dicho eso, sería conveniente que Felipe VI no sintiese tanta emoción, a juicio de Luis María Anson, el día en el que su abuelo abdicó de unos derechos históricos de la Corona de los que carecía. Cuando Juan de Borbón se cuadró sin venir a cuento como si fuese actor de una opereta y dijo aquello de “Majestad, por España, todo por España” ya sabíamos muchos ciudadanos a qué modelo España se refería ese sainetesco señor, de nombre artístico Juan III. Dicho de otra manera: Felipe VI merece todos mis respetos como Rey de España; su abuelo, no. Y lamento si se ofenden los monárquicos sobrevivientes que formaron parte de los “cuarenta de Ayete”. A Ansón, tan acostumbrado a dar jaboncillo a la Monarquía de una forma tan vergonzosamente plebeya, le recuerdo que la soberanía reside en el pueblo, dueño de sus destinos.

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