martes, 28 de julio de 2015

Elogio de Juan Simarro




Ahora que acaba de cerrar el Café Comercial de la madrileña Glorieta de Bilbao, propiedad de Isabel Sarracató e Isabel Contreras, se ha dicho de todo y algunos periodistas hasta han relacionado ese café, ahora finado de muerte repentina, con el que aparece plasmado en La Colmena, de  Camilo José Cela. La realidad es que Cela tomó de inspiración otro café situado en la misma glorieta, el Café Europeo, que se encontraba en el número 1 esquina a la calle Carranza. No sólo se mueren las personas, también los puntos de encuentro. “No perdamos la perspectiva, yo ya estoy harta de decirlo, es lo único importante. Doña Rosa va y viene por entre las mesas del Café, tropezando a los clientes con su tremendo trasero”. Así comienza la novela de Cela ambientada en tres o cuatro días de 1943, con seis capítulos y un epílogo, editada en Buenos Aires en 1951 y que no pudo editar en España hasta 1955 debido a la censura de la época: “¡Ja, ja! Los pueblos del cinturón. ¡Qué chistoso! ¡Los pueblos del cinturón!”. Así terminan sus 122 páginas una vez descontados sus “notas” a las primera, segunda, tercera y cuarta ediciones y a su “última recapitulación”, fechada en Palma de Mallorca el 2 de junio de 1963. Pero, a lo que iba. El Café Europeo se llamó con ese rótulo en 1898. Antes había sido el Café Nueva York. Y como bien recuerda M.R.Giménez, “acogía numerosas tertulias entre sus divanes de peluche rojo y sus grandes espejos, tenía mostrador en el centro y al fondo una escalera de caracol que daba acceso a los lavabos y a otras salas superiores. Se trataba e un café de barrio, de los llamados ‘de asiento’, no demasiado lleno por las mañanas, algo más ocupado por las tardes y abarrotado de público durante las noches y las madrugadas”. Perdió clientela finalizada la Guerra Civil, hasta desaparecer en 1949. Por allí pasaron personajes ilustres: Sánchez Mazas, González-Ruano, Alfredo Marqueríe, Víctor de la Serna y hasta José Antonio Primo de Rivera. Y por allí pasó, también, un personaje pintoresco que termino por pasar a formar parte del paisaje urbano de mesas de café, humo de cigarros y tertulias variopintas. Me refiero a  Juan Simarro González, más conocido como el “ciego Simarro”. Se ganaba la vida pidiendo limosna en 1910 muy cerca de la iglesia de las Calatravas. Siempre vestía de levita y chistera. En 1911 fue juzgado por delito de estafa (¡por valor de 1’55 pesetas!), importe de un desayuno y dos panecillos que había consumido en el Café Europeo y que había dejado de abonar el 25 de julio de 1909. Alegó ante el juez que “nadie tiene obligación de morirse de hambre”. El 22 de septiembre de 1910 es detenido nuevamente y acusado de delito de lesa majestad, mientras tocaba la guitarra junto a las Calatravas. Llevaba un cartel al cuello que, a juicio de las autoridades, injuriaba a Alfonso XIII. Alegó en el juicio: “Escribí el cartel con injurias al rey porque deseaba llamar la atención al público para que me votaran en las próximas elecciones”. Pero lo cierto era que la frase de aquel cartel estaba extraída de un discurso de Donoso Cortés, fallecido en París en 1853. El ministerio fiscal pidió para él ocho años de prisión mayor, 1.500 pesetas de multa y la incautación del taburete y de la guitarra. El 23 de julio de 1912 salió de la Cárcel Modelo de Madrid,  conmutada la pena por la de destierro. No volvió por Madrid. Consta que apareció en 1914 por Tortosa arengando y echando pestes de la guerra de Marruecos y que en 1916 se le hizo una entrevista donde dijo, entre otras cosas, que “España es un país de egoístas”. En 1924 se estableció en Barcelona viviendo de la caridad que los suscriptores de La Vanguardia donaban para repartir entre los pobres. Hay una lista de menesterosos beneficiados en los que aparece su nombre. En 1933 dejó su nombre de aparecer en esas listas. Mariano de Cavia había dicho sobre Simarro que era “el hombre más consecuentemente enchisterado que hay en los Madriles”. Debió fallecer por aquel año. Estoy seguro que Simarro hubiera podido dar buen juego en La Colmena, al igual que lo dieron los otros 296 personajes que asoman con mejor o peor fortuna en la divertida obra literaria.

No hay comentarios: