jueves, 9 de julio de 2015

Un fantasma psicopompo





El próximo mes de noviembre hará cuarenta años de la muerte de Francisco Franco en el sanatorio La Paz, de Madrid. Hay leyendas urbanas para todos los gustos. Fernando Vizcaíno Casas que, por cierto, ejerció de abogado laboralista, publicó en 1978 su novela “…Y al tercer año, resucitó”, con humor corrosivo. Y de pronto me ha venido a la cabeza la leyenda urbana de “la chica de la curva”. Para José Manuel Pedrosa,  autor de “La autoestopista fantasma y otras leyendas urbanas españolas”,  la autoestopista de marras (que enseña la ruta y advierte del peligro) es un “fantasma psicopompo”. Imaginen ustedes una noche cualquiera de noviembre, nublada y con exiguo tránsito en las carreteras, cuando, en un momento determinado de la noche, se le antoja al conductor ver en el arcén, aunque de forma bastante difuminada, a un hombre pequeño y rechoncho, con una gorra con borla y su mano temblorosa pidiendo que le lleven en autostop hasta el municipio de El Pardo. Le invita a subir y el recién recogido permanece callado casi todo el trayecto. Hasta que en un momento dado rompe a hablar, señalando al conductor los peligros de la carretera y echándole la culpa de los parches y baches existentes a la masonería y al judaísmo. Después le dice que a los españoles no se les puede dejar solos. Y pone como ejemplos de bienhacer a Pavía y al Espadón de Loja. Al rato, el conductor intenta hablar con él, mira por el retrovisor interior y el personaje uniformado resulta que ya ha desaparecido. Lleno de pavor, pretende acercarse hasta el cuartel de la Guardia Civil de uno de los pueblos existentes en la ruta para dar cuenta de lo sucedido. Pero se lo piensa mejor y no lo hace. Toma la determinación de intentar olvidar el suceso. ¿Cómo podría contarle al sargento-comandante de puesto que se había montado en su utilitario un fantasma psicopompo? El sargento-comandante de puesto le instaría a que le describiese con pelos y señales para proceder a hacer un informe a su jefe de Línea: su aspecto físico, su forma de vestir… Imposible. De hacerlo, de decir la verdad, estoy seguro que al conductor le obligarían a soplar en el etilómetro y nunca se sabe cómo podría acabar aquello. Posiblemente con sus huesos en el calabocillo.

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