jueves, 13 de agosto de 2015

Evítese lo que se puede evitar





En eso del toreo hay bastante controversia Los aficionados a la fiesta brava se enfrentan a los antitaurinos un día sí y otro también. O dicho de otro modo: en España están los aficionados a las corridas frente a los que odian la tortura a los animales. Lo que para unos es un espectáculo, para otros es una salvajada. Ahora hay polémica con el regreso de las corridas a la Plaza de Illumbe, coincidiendo con la Semana Grande donostiarra y como consecuencia del cambio de gobierno municipal, hasta ahora en manos de Bildu, que prohibió la celebración de esos espectáculos taurinos hace dos años. Pero la llegada al Ayuntamiento de PNV en coalición con PSE ha hecho que “volvieran las aguas turbulentas al barranco”. Como era de esperar, se han producido protestas contra las corridas, contra Juan Carlos de Borbón y contra la Monarquía. La presencia de Juan Carlos, su hija Elena y sus nietos Froilán y Victoria han encrespado los ánimos de los manifestantes hasta el punto de clamar a favor de la República y de la independencia del País Vasco. Ha sido un factor disgregador  añadido. A mi entender, el anterior rey puede hacer lo que le venga en gana. Pero aun así y todo, no parece que haya sido acertada la presencia de los Borbones en la primera de esas cuatro corridas previstas. Esas presencias, el día equivocado y en el lugar desacertado, sólo han servido para añadir leña al fuego. La “España cabreada”, que ya es legión, ha visto en esas presencias un “reto chulesco” (y que se me permita la expresión castiza, dicha sin ánimo de ofender a nadie), que en nada ayuda a mejorar los ánimos de medio país; o sea, de la España que no es devota de Frascuelo ni de María ni de una Monarquía reinstaurada hace cuarenta años por el antojo del dictador Franco, por mucho que la figura del rey Juan Carlos quedase refrendada en una Constitución consensuada desde el miedo y que no votó ni la mitad de los españoles en edad de votar que hoy conforman el Estado. Si al rey emérito le gustan las corridas de toros, hoy podía haber visto la de San Sebastián por televisión. De esa manera se hubiesen evitado los reproches y silbidos hacia la Corona (que él ya no representa) por parte de unos ciudadanos libres, que también tienen derecho a gruñir y rezongar cuando algo no les gusta. Siempre hay que tratar de evitar aquello que es evitable. ¿A algún ciudadano juicioso le gustaría ver a Felipe VI en Tordesillas cómo lancean al toro de la Vega? Doy por hecho que tampoco sería aconsejable. Por una cuestión de dignidad, los animales también merecen nuestro respeto.

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