viernes, 28 de agosto de 2015

Un libro para llevar a la piscina





En este país, del “Manual de la vieja urbanidad” decimonónico  hemos pasado al “un poco de por favor” que llevaban, no sé ahora, los taxistas madrileños pegado en la luneta trasera de sus vehículos. Ello viene a cuento con el libro “La familia Cortés”, del divertido y recordado Luis Carandell, publicado por Aguilar en octubre de 2000. Aquella primera edición, de la que yo dispongo, tenía tapas de cartoné, que lo hacía más duradero. Eran las habituales tapas de las enciclopedias escolares y de los libros de cuentos de nuestra infancia perdida. Aquella “familia perfecta” a caballo entre dos siglos hace referencia a los comportamientos, que hoy se antojan cursis, que se esperaban de abuelos, padres, hijos y criados de una casa. El tomo de Carandell referido a la saga familiar de los Cortés está trufado, y eso le magnifica, de extractos del libro “Reglas de urbanidad y buenas maneras” de Ezequiel Solana, el maestro soriano de Villarijo que dirigió la revista  El Magisterio Español”, que fue abuelo paterno de Javier Solana Madariaga y que dispone de calle en Madrid. También hay extractos de “El libro de las niñas”, de Joaquín Rubio Ors; de “Usages du monde. Règles de savoir-vivre”, de la baronesa Staffe; de Azorín, de Martínez de la Rosa, etc. Es curiosa la síntesis de “Cómo deben reírse las monjas”,  entresacado de “Urbanidad, flor de bondad. Reglas de urbanidad para religiosas”, de Ediciones paulinas. Dice: “Riéndoos siempre, ponéis de manifiesto una cosa: que vuestra alma no conoce las tenues tintas, la exquisitez de los afectos que tiemblan inciertos, que palpitan antes de nacer, que perfuman cuando todavía están en capullo”. Y W. Farnese, en “El auténtico señor”, explica cómo debe ser el comportamiento del auténtico señor en el patíbulo. En fin, un libro que recomiendo por su amenidad para lo que queda de verano.

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