sábado, 19 de septiembre de 2015

Anomalías históricas





Braulio Llamero, secretario general de Podemos en Zamora, da en el chiste, más bien una chuscada sin gracia alguna, cuando afirma hoy en El Correo de Zamora, y afirma bien, que “algún día se estudiará esta época como una anomalía histórica en la que una élite movida solo por la codicia sin freno y obviamente sicópata (puesto que carece de capacidad para identificarse con las víctimas) sojuzgó a millones de personas, mediante una teoría descerebrada que defendían con pasión legiones de voceros muy bien pagados y de gobernantes sumisos. La riqueza solo lo es y da la felicidad si se acierta con un reparto equilibrado y razonable, que cumpla dos premisas al menos: que todo el mundo tenga lo básico para sobrevivir y que existan estímulos para que hagan más quienes más puedan hacer”. (…) “¿Tan difícil es de entender? ¿Tanto se ha extendió la sicopatía en política? ¿Qué es eso de seguir prometiendo, como si tal cosa, autovías, trenes de alta velocidad o teatros de la Ópera mientras haya familias sin un céntimo, mesas sin pan, pueblos sin médico ni maestro y abuelos estirando hasta el infinito su escasa pensión? ¿Qué es eso de mantener carísimos pesebres públicos sin otra función que dar forraje gratis a políticos y enchufados sin nada que hacer? ¿Se gobierna para la gente o para ese ganado?”. Y la otra chuscada sin gracia la dijo hace poco Felipe González, al que no cabe duda de que se le está haciendo harina el cerebro: “Pinochet respetaba mucho más los derechos humanos que Maduro”. Por lo visto, la desaparición de 3.197 chilenos durante aquella oscura dictadura, sin contar las miles víctimas de brutales abusos, es cosa de menor calado para el que en su día fuera presunto responsable de los GAL en España. Días pasados, Juan Carlos Monedero recomendaba al expresidente (en declaraciones a Cuatro recogidas por Europa Press) que fuese más prudente es sus afirmaciones y explicó que “cuando ve a González hablar de Derechos Humanos se acuerda de él en la puerta de la cárcel de Guadalajara abrazando a su ministro de Interior (José Barrionuevo), que estaba entrando en la cárcel por utilizar el dinero de todos los españoles para financiar un grupo terrorista”. Chuscadas, las justas.

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