viernes, 18 de septiembre de 2015

Herrumbrosas lanzas






Me entero por José María Nieto, colaborador del diario ABC en Castilla-León,  a propósito de la defensa que éste hombre hace del toro de la Vega, que “en los pueblos de Valladolid, por ejemplo, si un toro destripa a alguien en un encierro pero se da el caso de que la víctima es del pueblo de al lado no se suspenden las fiestas”. (…) “En mi opinión esta humanización del toro no es diferente a la que hacen los taurinos cuando confieren virtudes humanas como la bravura o la nobleza a un herbívoro que, perdónenme, es un animal especialmente estúpido, cuyo comportamiento no es más interesante que el de las aves o los peces”. En fin, respeto lo que cuenta Nieto sobre el comportamiento del toro, aunque no lo comparto. Por otro lado, me parece espantoso que las banderas de algunos ayuntamientos sólo se pongan a media asta cuando la posible víctima de un encierro sea del pueblo. Si no es vecino, ni flores. Bonita manera de acoger a los forasteros que son, a la postre, quienes dejan dinero contante y sonante en esas localidades durante los días de festejos populares. ¡Pobre Rompesuelas!  The New York Times, al hacer referencia al toro de la Vega, señalaba la cita de un editorial de El País en el que se definía a esa tradición como un símbolo de “repugnante brutalidad”. Pero yo creo que a los habitantes de Tordesillas les interesa que en la prensa internacional se hable tanto de la ciudad vallisoletana como de sus ciudadanos, aunque sea para mal. Si no fuese por esa salvajada, nadie hablaría de Tordesillas; y  los paletos con lanza o sin lanza, a lomos de rocín o descabalgados, no soportan que su pueblo no sea el ombligo del mundo. Espero que no se sulfuren los tordesillanos, que el rol de paletos afecta a personas de todo tipo y condición. Miguel Ayuso, que sabe mucho de esas cosas, tiene escrito que “para el psicólogo Karl Albretch, consultor de management y autor de más de 20 libros de desarrollo profesional, los paletos en su país cumplen, tradicionalmente, una serie de características: son personas groseras, de educación y habilidades sociales limitadas, del entorno rural, con un escaso nivel cultural, una actitud tradicionalista (cuando no reaccionaria) y tendencia a la autocomplacencia. Su figura está estereotipada: van armados [en este caso de lanzas], tienen grandes coches [en este caso todoterrenos] y les gusta la caza y la pesca, [a ser posible de forma furtiva]. Este tipo de gente nunca aceptaría ser tomados como paletos: creen que son poseedores de la verdad absoluta”. De cualquier manera, existe un paletómetro ideado por Albretch que mide a la perfección en qué grado de paletismo se encuentran determinados catetos y mequetrefes, que no expongo aquí por una cuestión de espacio.

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