martes, 15 de septiembre de 2015

Sombras chinescas





Ya han matado de la forma más atroz -para los tordesillanos de la forma “más normal”- al toro Rompe Suelas. Y los salvajes de Tordesillas que apoyan esa fiesta del Toro de  la Vega han dado su faena por cumplida tras un gran número de lanzadas y la consiguiente muerte del animal de la forma más violenta y cruel que cabe imaginar. Pedro Sánchez señalaba al respecto que, de llegar al poder, eliminaría esa atrocidad. ¿Por qué no lo hicieron los socialistas cuando gobernaron? ¿Por qué Pedro Sánchez no fuerza la dimisión del actual alcalde socialista José Antonio González Poncela? Esto no hay quien lo entienda. Mientras el Rey, acompañado de su consorte,  “proyecta en EEUU la imagen de la monarquía renovada”, como hoy señala El País,  en Tordesillas se retrocede a los más oscuros tiempos de la Edad Media, cuando estaba integrada en la Merindad del Infantazgo de Valladolid (cuya descripción figura en el libro Becerro de las Behetrías de Castilla), en una retracción sólo comparable a la que sufrió esa ciudad a la llegada de Almanzor a finales del siglo X; o la retracción de que a la población castellana de entonces le pareciese “algo normal” –como les ha parecido hoy a los habitantes de esa antigua Merindad la muerte de Rompe Suelas- que a Juana de Castilla se la recluyese en un castillo de Tordesillas la friolera de 46 años. Cuando las mayores atrocidades se consideran “algo normal” entre la población civil de un territorio, hay que atarse los machos y salir corriendo. Habría que hacer una “memoria histórica” de esos pueblos en los que parece “algo normal” que los quintos tiren desde el campanario de una iglesia a una cabra, que lancen codornices en una especie de cañón para que los cazadores les den gusto al gatillo de sus escopetas, que todavía existan toros de fuego en muchas fiestas patronales… Los animales merecen dignidad y respeto. Mientras no se logre sensibilizar la conciencia colectiva, la Marca España tendrá menos valor en el mundo civilizado que los billetes del juego del monopoly, por mucho que Felipe de Borbón intente proyectar ante Obama la imagen de una monarquía renovada. Hay proyecciones, no sé si esa lo será, que sólo son sombras chinescas.

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