domingo, 27 de septiembre de 2015

Wálter Benjamín en el recuerdo





Imagine, amigo lector, un puente de hierro de ferrocarril, con una pasarela lateral para peatones de un metro de ancho. Un perro atravesando el puente y un ciclista paleto detrás de él, achuchándolo para que le abra paso. Y el perro, sintiéndose desprotegido, se coloca sobre la caja de la vía. Llega un tren de mercancías y el perro, con el ruido de la locomotora  sobre el puente, intenta salir y es pillado por uno de los vagones, que le machaca la cabeza. El dueño del can, que pesca barbos debajo del puente sobre el Jalón, nota que le cae sobre su camisa un chorro de sangre. Pues bien, eso le pasó a mi perro Tarzán y algo parecido le sucedió a Walter Benjamín (pseudónimo de Walter Bendix Schönflies Benjamín)  aunque de otra manera. Benjamín fue un judío intelectual alemán antiguo alumno de Wyneken que, como señalaba ayer Ariane Díaz en La Izquierda Diario, “fue testigo en pocos años de una efímera república de Weimar carcomida por la crisis económica, tres intentos revolucionarios fallidos y, finalmente el ascenso del nazismo.” (…) “Benjamín no quiso hasta último momento abandonar París, donde vivía después de que le hubieran quitado su nacionalidad alemana, a pesar de la insistencia de sus amigos y colegas ya exiliados.” Ante las circunstancias adversas, es decir, el avance del nazismo en Francia, Benjamín se instala en 1940 en el Hostal Francia de Portbou (Gerona) donde se siente descubierto por la policía política al servicio del franquismo. A la mañana siguiente, 27 de septiembre, aparece muerto en su triste habitación abrazado a una maleta llena de apuntes, hoy perdidos. No quiso que pudieran devolverlo a Francia y caer en manos de la Gestapo. Sus compañeros de viaje ( Theodor Adorno, Erich Fromm Henny Gurland…) que corrieron mejor suerte, pagaron el alquiler del nicho 563 por cinco años, donde descansaron los restos del filósofo hasta que, pasado ese quinquenio, fueron trasladados a la fosa común del cementerio local. En el certificado de defunción figura el nombre de Benjamín Walter, fallecido a causa de un aneurisma cerebral, lo posibilitó que un cementerio católico acogiese los restos del pensador germano, evitando complicaciones burocráticas. En el camposanto de Portbou hay un monumento en memoria del filósofo. Hoy, 27 de septiembre, se cumplen 75 años de su trágica y misteriosa muerte. Con el espín del otoño me apetecía recordar al filósofo alemán. También a mi fiel amigo.

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