martes, 3 de noviembre de 2015

Naciones de pitiminí




Dice Luis María Anson en El Mundo que “el desmadre autonómico ha costado a los españoles un dídimo y la yema del otro”, y ese periodista recuerda cuando en 1977 Varela Ortega propuso a Abril Martorell que se reconocieran los Estatutos de Cataluña y el País Vasco aprobados en la II República. Clavero Arévalo –sigue recordando Anson- tuvo una ocurrencia: “café para todos”. Dice Anson, y dice bien, quetenemos hoy en España 17 naciones de pitiminí con todo el gasto y la parafernalia de los viejos países europeos. Nadie fue capaz de embridar a las Comunidades Autonómicas, que, salvo alguna excepción, se lanzaron al gasto desenfrenado, al derroche incesante, al clientelismo soez y al cínico nepotismo. Algunos de los presidentes de las autonomías disponen de palacios suntuosos que eclipsan a la Zarzuela, gabinetes de Prensa que superan al del Jefe del Estado francés y voraces canales de televisión. La TV valenciana, por ejemplo, disponía de más empleados que la suma de Telecinco, Antena 3, la Sexta y la Cuatro”. Pero yo le diría al señor Anson que también nos cuesta un dídimo y la yema del otro el mantenimiento de la Corona. Todo hay que decirlo. ¿Cómo es posible que una niña de 10 años, la princesa Leonor, disponga de un sueldo anual de más de 100.000 euros? ¿Cómo es posible que el rey emérito lleve vida de multimillonario? Podría responderme Anson, tal vez, que Juan Carlos de Borbón no es jefe del Estado, que puede hacer lo que le venga en gana con su dinero, que se encuentra en la más absoluta soledad, como así parece, etcétera. Este fin de semana se le pudo ver en la carrera de fórmula 1 en México; en julio pasado se relajaba comiendo en el exclusivo Club 55, en Saint-Tropez, mientras su consorte, Sofía de Grecia, acudía a un cumpleaños en Belgrado; pocos días antes se había desplazado hasta Guipúzcoa, para almorzar en Mugaritz, que tiene dos estrellas Michelín. Pero antes de ello, ya había visitado Arzak, Akelarre, Celler de Can Roca, Amparito y Atrium, y había hecho un periplo de 55.000 kilómetros en sus visitas a Colombia, Uruguay, California, Abu Dhabi, Barbados y Bahrein. Si algún día se escribiesen otras Vidas Paralelas, como las de Plutarco, bueno sería hacer un paralelismo entre Alfonso XIII y Juan Carlos I. Lo que no entiendo es el deseo del rey emérito por visitar restaurantes de muchas campanillas, cuando es conocido que lo que le gusta comer no pasa del entrecot y de los huevos fritos con chorizo. Unos platos, y así me consta, que los sirve de maravilla cualquier restaurante de carretera.  

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