sábado, 23 de enero de 2016

Lo que sea, será




El ciudadano Rajoy no sabe negociar. Nunca supo negociar. Le quitas la mayoría absoluta en las Cámaras y se convierte en un pelele goyesco. ¿Y qué dice ahora? Pues dice que “España necesita un presidente con dignidad, no uno humillado”. Vamos a ver: el presidente del Gobierno todavía en funciones no ha sido nunca presidente de España sino presidente del Gobierno. Los últimos presidentes de España fueron: uno, un señorito andaluz de derechas que, como dijo Rafael Alberti, fue tonto en Priego, en Alcalá y en Zamora; y otro, don Manuel Azaña, el hombre honesto al que nunca se le hizo justicia. Ahora dice don Tancredo en Córdoba que “el posible pacto PSOE, Podemos, IU y los partidos independentistas en el Congreso harán mucho daño”. Sí, claro, a la derecha corrupta. Hoy, además, se conmemora el quingentésimo aniversario de la muerte de Fernando II de Aragón, apodado el Católico, tomado como ejemplo por Maquiavelo en El Príncipe, en 1513, y ensalzado por Gracián en El político, en 1640. Fernando II conquistó Granada, expulsó a los judíos y colaboró con el dinero de Castilla en el descubrimiento de América. Murió en Almendralejo envenenado lentamente por  las pócimas que tomaba para poder tener un mínimo priapismo (entonces no había Viagra) y estar a la altura de Germana de Foix, que era mucho más joven que él y mucho más fogosa. Y Fernando II, sin entrar en un concurso de méritos con Isabel, nunca estuvo a la altura de ésta, fallecida en 1504 de un cáncer de endometrio. Como señala Ricardo García Cárcel, “una gran parte de la nobleza castellana, cuando murió Isabel, demostró tener más simpatía por Felipe el Hermoso, marido de Juana que por Fernando”. Pero a lo que iba, en su editorial, El País, bajo el título de Penoso escenario, señala: “La comparecencia de Iglesias tras su audiencia con el Rey sembró el desconcierto en las filas socialistas, al dar la sensación de que hay posibilidades de un Gobierno de coalición entre PSOE y Podemos. Para dramatizar más la situación, Iglesias, decidido a romper el tablero a cada ocasión que se le presenta, utilizó al Rey como frontón para hacer un juego con el que pretendió descolocar a los presuntos adversarios, hasta el punto de que Sánchez, recibido en La Zarzuela después de Iglesias, tuvo que enterarse por Felipe VI de los planes del jefe de Podemos. Una rocambolesca situación, justificada melifluamente por Iglesias nada menos que por el respeto institucional debido al jefe del Estado”.Ya veremos en qué queda esta olla de grillos donde hasta los caballitos de largan del tiovivo. Lo que sea, será.

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