miércoles, 20 de enero de 2016

¿Pasa algo?




Ahora resulta que un columnista del diario ABC de Sevilla cuyo nombre omitiré, por la vergüenza que me produce leer sus columnas, cuenta a sus lectores cómo ha de comportarse el ciudadano cuando es recibido en La Zarzuela (“ese chalé buenecito, aunque en Sotogrande o en Guadalmina los hay mejores”) por el Rey. Eso tiene arreglo, que el Rey se vaya a vivir al Palacio de Oriente. Tanto el chalé buenecito, como él dice, como el Palacio de Oriente corren por cuenta de todos los españoles y pertenecen al Patrimonio del Estado. Y el  plumilla, lacayo hasta la grosería, convertido de pronto en jefe de Protocolo del as de espadas, o del marqués de Carabás, señala al que leyere su recuadro cómo debemos comportarnos ante el Rey en caso de audiencia: “Cuando entre Su Majestad, usted se cuadra y da un taconazo. Y si le ofrece la mano para dársela, usted se la da, al tiempo que inclina la cabeza. ¿En su pueblo de usted no dan ‘la cabezá’ en los pésames de los entierros? Pues eso mismo debe usted hacer. Y si le invita a sentarse, se sienta. Y si no, permanece en pie hasta que él lo diga. Y si le pregunta, usted contesta. Y si no, hasta que él no hable, no abra la boca. No trate de hacerse el gracioso dorándole la píldora: "Qué bien va este año su Atlético de Madrid, ¿eh, Majestad?". Mejor que "Majestad", déle el tratamiento de "Señor". Y por supuesto le habla en tercera persona. Sepa que el "usted" está terminantemente prohibido ante el Rey. Ah, y lo más importante: de lo que le diga el Rey, usted, chitón. Es de muy mal gusto y de ninguna lealtad ni respeto andar contando lo que le dicho a uno el Rey. Así que al terminar la audiencia no me vaya a ir por ahí diciendo que si el Rey patatín y patatán”. Vale, quedamos enterados. Si el Rey  nos  recibe algún día en Palacio, que no creo, daremos un taconazo como el que dio Juan de Borbón a su hijo Juan Carlos el 14 de mayo de 1977, cuando cedió los derechos dinásticos y dijo aquello de “por España, todo por España”, ja,  nos pondremos firmes, inclinaremos la cabeza hasta dar con la frente en la moqueta y esperaremos a ver si nos invita a sentarnos y todas esas cosas tan aburridas. Como se hace, supongo, frente a la  cursi Reina de Inglaterra. A mi entender, en una  Monarquía Parlamentaria, como es nuestro caso, la soberanía reside en el pueblo. Y el Rey es un servidor público. En consecuencia, frente al Rey hay que adoptar una postura de respeto, no por el hecho de ser el Rey, que también, sino por ser el Jefe del Estado. Pero no hay que doblar la cerviz ni dar taconazos (“como corresponde al laconismo milita de nuestro estilo”, en frase de José Antonio) ridículos. A ese plumilla habría que decirle que los españoles no necesitamos que venga a darnos clases de urbanidad ni a recomendarnos, es un suponer, “El hombre fino”,  manual completo de cortesía y buen tono, aumentado con las reglas de educación y decoro para las señoras, traducido del francés al castellano por don Mariano de Rementería y Fica ( Tercera edición. Imprenta del Colegio de Sordomudos, Madrid, 1837). Y si viviésemos ahora en ese año de aquel siglo, le recomendaría al plumilla sevillano que lo buscase en la Librería de Cuesta, frente a las Covachuelas. Pero como ello resulta  harto complicado, puesto que ya estamos en el año 16 del siglo XXI, puede pedirse una edición facsímil a la Editorial Maxtor, de Valladolid. El plumilla sólo acierta cuando escribe: “Pero como en España no hay paladar para las tradiciones de la Corona y además nadie enseña estas cosas, pasa lo que pasa”. Y si pasa lo que el plumulla dice que pasa, ¿qué pasa? Estos días, el Rey recibe a los líderes de los principales partidos políticos en un intento de buscar a la persona idónea que pueda formar Gobierno, como señala la Constitución. Por lo tanto, cada líder político que asiste a despachar con el Rey debe dar su opinión sin necesidad de tener que esperar a que el Rey pregunte. Un diputado en ejercicio no debe ser un convidado de piedra. Y no veo yo, por lo que muestran los medios informativos, que tales diputados den taconazos prusianos ni inclinen la cabeza ante el Rey como dice el plumilla que se practica en los entierros. Ya está bien de decir chorradas. 

No hay comentarios: